¿Qué tipo de trabajo captan habitualmente las estadísticas laborales?
Las estadísticas convencionales de mercado de trabajo por lo general se centran en tareas productivas. De este modo, a menudo invisibilizan las reproductivas, que también pueden considerarse como formas de trabajo.
La diferencia entre tareas productivas y reproductivas radica en la naturaleza y el objetivo de las actividades. Las tareas productivas se refieren a aquellas actividades realizadas generalmente dentro del ámbito laboral (formal o informal) que generan ingresos o bienes económicos. Son trabajos que contribuyen directamente a la economía de mercado. Incluyen al trabajo asalariado, al autoempleo y a cualquier otra forma de labor –incluyendo el trabajo familiar sin remuneración– que se traduzca en producción de bienes y servicios comercializables.
Por otro lado, las tareas reproductivas engloban el conjunto de actividades necesarias para el mantenimiento y cuidado de la vida diaria y el bienestar de las personas. Entre estas actividades se suelen enumerar la crianza de los hijos, la atención a personas dependientes, la cocina, la limpieza y otras labores domésticas. Aunque estas tareas son esenciales para la reproducción social y el sostenimiento de la fuerza laboral (o “población activa”), tradicionalmente no se han valorado económicamente. En muchas ocasiones son realizadas por familiares o cuidadores no remunerados, que no generan ingresos directos ni se consideran parte del mercado laboral.
Esta distinción subraya cómo las estructuras sociales y económicas valoran de forma diferente los tipos de trabajo. La tendencia es hacia la invisibilización y subestimación de la importancia crítica del trabajo reproductivo, el cual además tiende a ser altamente feminizado.
Las estadísticas laborales se componen de diversos indicadores. Dentro de los más importantes están la tasa de participación laboral (también llamada “tasa de actividad”), la tasa de empleo y la tasa de desempleo. La primera se calcula dividiendo la cantidad de personas activas (que trabajan o están buscando trabajo) por la población total. La segunda mide el porcentaje de la población que está ocupada. En tanto, la tasa de desempleo mide el porcentaje de la población desocupada (que no trabaja y busca empleo) dentro de la población activa.
Participación laboral
La participación laboral es un concepto que se utiliza para analizar qué porcentaje de la población se encuentra activamente involucrada en el mercado laboral. Incluye tanto a la población ocupada como desocupada, esto es, que no trabaja pero busca trabajar. La participación laboral en Argentina creció desde 1980, principalmente impulsada por una mayor participación del trabajo femenino. ¿Qué factores explican los cambios en la participación laboral en Argentina? ¿Qué particularidades presenta la participación laboral según género, edad y provincia?
En los últimos 150 años, la tasa de participación laboral femenina en Argentina tuvo forma de “U”
El porcentaje de la población que es activa tuvo fuertes cambios desde el último tercio del siglo XIX. Como se observa en el gráfico, la tasa de participación laboral (o tasa de actividad) en la población de 14 años y más fue descendente hasta 1980. Desde entonces, registra una tendencia creciente.
El comportamiento de la tasa de participación laboral fue muy diferente entre varones y mujeres. En los varones, la tasa de participación cayó sostenidamente hasta 1980 y se estabilizó desde entonces. Uno de los factores detrás de este descenso es la caída de la participación en los adolescentes y jóvenes, producto de la difusión de la escolarización. Otra razón importante es la disminución de la tasa de participación en las franjas etarias más avanzadas, favorecida por el desarrollo de la seguridad social y el sistema de jubilaciones.
En las mujeres, la tasa de actividad tuvo una clara forma de “U”. Cayó muy marcadamente hasta 1914, luego estuvo relativamente estable hasta 1980, y desde entonces creció con fuerza. Un factor que puede explicar la fuerte baja entre 1869-1914 es la mayor separación entre tareas “productivas” y “reproductivas” característica de los procesos iniciales de urbanización y desarrollo capitalista. Además, los cambios en la forma de medir la participación laboral en los cuestionarios censales también pudieron haber incidido en esta baja.
Hasta fines del siglo XIX, el tipo de organización económica precapitalista y el hecho de que la población fuera mayormente rural favorecían una mezcla entre las tareas femeninas “productivas” y las “reproductivas”. Así, tareas productivas como auxiliar en pequeñas empresas familiares, en tareas agrícolas, o en industrias artesanales (entre otras), se mezclaban con otras “reproductivas”, en general ligadas a los cuidados (Recchini de Lattes, 1974).
A partir de mediados de siglo XX, y particularmente desde la década de 1980, la participación laboral femenina tendió a subir sostenidamente. Este fenómeno es producto de una combinación de factores demográficos, sociales, culturales, económicos y tecnológicos.
En las últimas décadas, el aumento en la tasa de participación laboral se debió principalmente a la creciente incorporación de las mujeres al mercado de trabajo
La suba en la tasa de participación laboral de las últimas décadas no sólo se ha dado en Argentina sino también en otros países del mundo. La explicación es evidente al observar la creciente participación laboral de las mujeres. Ello se refleja en que la cantidad de mujeres activas cada 100 varones activos ha ido creciendo sostenidamente.
Según Ortiz-Ospina et al. (2018), dentro de los factores detrás de esta mayor participación se destacan:
- Caídas en la tasa de fertilidad. Con el correr de las décadas, ha ido disminuyendo (tanto en Argentina como en otros países) la cantidad de hijos por mujer. Esto ha ido de la mano con mayores tiempos disponibles –que antes se dedicaban al trabajo no remunerado– y a una mayor planificación de la vida profesional.
- Políticas de cuidado. Si bien las mujeres en promedio siguen destinando mayor tiempo al trabajo no remunerado que los varones, el desarrollo de políticas públicas familiares ha vuelto al empleo más compatible con la maternidad. En las últimas décadas, por ejemplo, ha crecido la inversión en infraestructura de cuidados como jardines maternales o espacios de cuidado para personas mayores.
- Mayor difusión de electrodomésticos. La mayor penetración de bienes como lavarropas, aspiradoras o lavaplatos ha permitido disminuir notoriamente el tiempo requerido para tareas domésticas. Esto ha repercutido en mayor tiempo disponible para las mujeres, quienes históricamente han dedicado más horas a estas tareas.
- Normas sociales y culturales. Es bien conocido que estas normas son un producto del contexto cultural en el que se inscriben diferentes sociedades. Tales normas han claramente influenciado la participación laboral según géneros. En el pasado, era mucho más común que en la actualidad pensar que las mujeres casadas no debían trabajar. A su vez (y esto continúa hasta el presente, hay actividades productivas que siguen siendo de muy limitada inserción para las mujeres). Son ejemplo de esto la construcción, la minería, el petróleo, el transporte o la metalmecánica.
- Mejoras en la salud maternal. La morbilidad vinculada a la maternidad ha caído drásticamente en las últimas décadas. Esto permite una mayor inserción laboral femenina relativamente poco tiempo después del parto (Albanesi y Olivetti, 2016).
- Cambios en la matriz productiva. Argentina, al igual que otros países, ha registrado un incremento del peso de los servicios en la economía. Por normas sociales y por los estereotipos existentes, la feminización en los servicios ha sido mayor que en el primario y el industrial. En estos últimos sectores, existe una mayor proporción de tareas ligadas a la fuerza física, considerada típicamente como masculina.
En las últimas tres décadas, la participación laboral creció en Argentina, aunque menos que en otros países de la región
Entre 1991 y 2023, el porcentaje de la población que es activa pasó del 42% al 47% (+5 puntos porcentuales, p.p) en Argentina. Este aumento fue menor que el de países como Brasil (+9 p.p.), Chile (+13 p.p.), México (+11 p.p.) o Uruguay (+9 p.p.). La demografía es una variable relevante a la hora de explicar tal desempeño, ya que la población en edad laboral (de 15 a 64 años) como porcentaje de la población total subió más rápidamente en estos países –salvo Uruguay– que en Argentina. A su vez, la fertilidad (cantidad de hijos por mujer) descendió mucho más lentamente en Argentina entre 1990-2015 que en el resto de la región.
Al analizar la trayectoria argentina, se encuentra que desde 1991 hubo tres grandes tendencias, mayormente asociadas a la participación laboral femenina. Entre 1991 y 1998, la tasa de actividad subió sostenidamente, para luego estancarse hasta 2017. Desde entonces, cobró un nuevo envión, sólo interrumpido por la pandemia.
Detrás de esta suba reciente destacan cambios demográficos (caída de la natalidad, mayor porcentaje de la población en edad laboral) y cambios en las normas sociales en lo que concierne a la participación laboral femenina. Asimismo, también puede tener que ver con el “efecto del trabajador/a adicional” (ETA) asociado a los contextos de caída de los ingresos de los hogares. Con esta denominación se conoce a los casos de familias que buscan suplir la falta de ingresos del principal proveedor por medio de una participación laboral adicional de otros miembros del hogar.
En Argentina, la participación laboral alcanza su máximo en la población entre los 35 y los 50 años
Hay grandes diferencias en la tasa de actividad según la edad. La tasa de actividad ronda el 85% para la población entre 35 y 50 años y se desploma a partir de los 55-60 años.
El gráfico muestra la tasa de actividad en grupos etarios de 5 años móviles, comparando 2016 con 2023. Como se ve, la curva de 2022 está casi persistentemente por encima de la de 2016. Esto muestra que la tasa de actividad fue mayor en casi todos los rangos etarios. No obstante, al comparar por franjas etarias, se observan las mayores diferencias entre ambos períodos en la franja de 35 a 50 años. Allí es en donde más subió la participación laboral reciente.
Las mayores brechas de participación entre varones y mujeres se generan cerca de los 30 y los 65 años
Mientras que los varones alcanzan una tasa de participación en el mercado laboral cercana al 95% entre 35 y 50 años, el pico de las mujeres es más tardío. Este se da mayormente entre los 40 y los 45 años y a un nivel notablemente menor, en torno al 77%.
Al analizar la brecha entre varones y mujeres se observa que tiene una forma de “doble joroba”. Hay un primer pico de aproximadamente 25 puntos porcentuales en torno a los 30-35 años. Luego se encuentra otro a los 65 años, donde la brecha se amplía hasta los 43 puntos. En el primer caso, la brecha obedece a la maternidad, que reduce –en la mayoría de los casos transitoriamente pero en algunos persistentemente– la participación laboral femenina pero no así la masculina. En el segundo caso, la brecha se debe a las diferencias en los regímentes jubilatorios estándares de varones y mujeres. Mientras las mujeres se retiran a los 60 años, los varones lo hacen a los 65.
CABA se destaca por tener una mayor tasa de actividad que el resto de las provincias en todas las franjas etarias excepto en la adultez temprana
La tasa de participación laboral en CABA supera a la de otras regiones recién a partir de los 27 años aproximadamente, reflejando una inserción laboral más tardía. Este fenómeno se atribuye a un mayor porcentaje de jóvenes que realizan estudios universitarios lo cual retrasa su entrada al mercado laboral. En este grupo se contabiliza también a aquellos jóvenes que migran desde otras provincias para estudiar en CABA.
La tasa de actividad de CABA alcanza su máximo a los 48 años. El 98% de la población de esa edad es activa. Además, las personas de la tercera edad mantienen una mayor actividad laboral en CABA en comparación con el resto del país.
En contraste, en el conurbano bonaerense la inserción laboral es más temprana. La tasa de actividad alcanza el 10% en la adolescencia (14-18 años) y se estanca en torno al 80% hacia los 28-30 años. El pico en esta región se da cerca de los 45 años, con una cifra apenas superior a la registrada para los 28-30 años.
Por su parte, en la Patagonia el retiro del mercado laboral es más temprano que en otras partes del país. Es por ello que la tasa de actividad en las personas entre 60-70 años es menor que en otras regiones. Una razón relevante de esto podría ser la elevada difusión de regímenes jubilatorios provinciales. Todas las provincias de la Patagonia tienen regímenes para el empleo público excepto Río Negro. Además, existe un régimen especial de jubilación para trabajadores de petróleo y gas, actividad relevante en la región.
En tanto, en el NEA la tasa de actividad en la adultez es sistemáticamente inferior al resto del país. Como se verá luego, parte de esto tiene que ver con la menor participación laboral femenina y con un menor desarrollo productivo que en otras regiones.
Empleo
Al analizar el mercado laboral, una variable clave es la tasa de empleo, que indica el porcentaje de la población ocupada en el mercado. Este indicador difiere de la tasa de participación laboral ya que no considera a los desocupados (quienes buscan activamente trabajo pero no lo encuentran). En Argentina, en 2023 aproximadamente el 45% de la población trabajó en el mercado, lo que equivale a alrededor de 21 millones de personas. ¿Cómo evolucionó el número de empleos en relación con la población? ¿Cuáles son las diferencias que se registran entre las provincias con respecto a las tasas de empleo?
Desde la década de 1980, la cantidad de puestos de trabajo en Argentina viene creciendo por encima de la población
Entre 1950 y 1980, al igual que la tasa de participación, la cantidad de puestos de trabajo como porcentaje de la población argentina estuvo estancada. Este estancamiento puede explicarse a partir de factores demográficos. Entre estos, el principal es la prominencia de la familia tradicional, con una mayoría de los varones participando del mercado laboral y de las mujeres abocadas a tareas domésticas. Luego también se pueden enumerar la alta tasa de natalidad, el menor nivel educativo promedio de la población y la existencia de una sociedad salarial en donde los ingresos recibidos por los jefes del hogar eran suficientes para la manutención familiar.
Desde la década de 1980 hasta la actualidad, la cantidad de puestos de trabajo por cada 100 habitantes ha crecido sostenidamente. Dicha tendencia sólo fue interrumpida durante los primeros años de la Convertibilidad y la crisis de 1998-2002 (períodos caracterizados por una destrucción significativa de puestos de trabajo). En 2019, hubo 46,1 puestos de trabajo por cada 100 habitantes, el máximo desde al menos 1950. Esta tendencia también se observa en otros países de la región como México y Brasil.
La tasa de empleo es mayor en CABA y menor en el Norte Grande
En Argentina, la cantidad de ocupados por cada 100 habitantes es mayor en CABA que en el resto de las provincias. En la capital argentina hay 52 ocupados cada 100 habitantes, 6,5 más que la provincia que le sigue (Tierra del Fuego). En el otro extremo están provincias mayormente del Norte Grande –particularmente del NEA–, como Formosa (36), Chaco (38) y Corrientes (39).
Parte de las diferencias interprovinciales en las tasas de empleo se explican por las diferentes tasas de empleo de la población adulta
Una razón posible que puede explicar las diferencias entre las tasas de empleo provinciales es que algunas provincias tengan mayor porcentaje de población en franjas mayormente inactivas (como la niñez o la vejez) que otras. Para evitar ese posible sesgo, en el gráfico se toma sólo la población de 18-65 años. Se puede ver que las provincias con mayores tasas de empleo en esta franja etaria son en líneas generales las mismas que si se toma la población total, y viceversa. Por lo tanto, existe una gran correlación entre las tasas de empleo totales y las tasas de empleo sólo para la población adulta.
Hay más diferencias interprovinciales en la tasa de empleo femenina que en la masculina
En todas las provincias la tasa de empleo en la población de 18 a 65 años es mayor en los varones que en las mujeres. No obstante, las diferencias en la tasa de empleo entre ambos sexos tienden a crecer cuanto menor es la tasa de empleo total. En CABA, el distrito con la mayor tasa de empleo, la diferencia entre varones y mujeres es por lejos la menor del país (10 puntos porcentuales). En contraste, en Formosa, la provincia con la menor tasa de empleo del país, la tasa de empleo en los adultos varones es casi 40 puntos más alta que en las mujeres, lo que se explica por las grandes diferencias existentes en la tasa de actividad.
¿Qué factores explican las diferencias entre las tasas de empleo entre provincias?
Las diferencias en las tasas de empleo entre jurisdicciones pueden ser explicadas por varias razones, entre las que destacan: la estructura demográfica, los ingresos, las normas sociales, la estructura productiva y el nivel educativo.
- Estructura demográfica
Las provincias con mayor porcentaje de población menor de 18 años tienden a tener las menores tasas de empleo. Esto ocurre porque la población en edad laboral es menor y, además, porque la demanda de tareas de cuidado –que recaen mayormente sobre mujeres en edad laboral– es mayor.
- Estructura productiva
La estructura productiva es una variable muy relevante a la hora de explicar las diferentes tasas de empleo entre las provincias. Aquellas provincias con mayor densidad empresarial (establecimientos productivos cada 1000 habitantes) suelen ser las de mayor desarrollo productivo. Por lo tanto, tienden a tener mayor empleo privado registrado per cápita que las de menor densidad empresarial. En la economía argentina más del 80% del empleo lo genera el sector privado. Así, una mayor cantidad de empresas tiende a ir de la mano con una mayor cantidad de puestos de trabajo y por ende con una mayor tasa de empleo.
- Ingresos
Existe una correlación positiva entre el promedio de ingresos laborales de una provincia y la tasa de empleo femenino. Esta relación se puede atribuir a varios factores.
En primer lugar, contar con ingresos laborales más altos aumenta la capacidad de acceso a bienes y servicios. Esto facilita la reducción del tiempo que dedican mayormente las mujeres al trabajo doméstico no remunerado, otorgándoles más tiempo para el empleo remunerado. Por ejemplo, en las provincias con mayores ingresos, las familias con mayores recursos económicos pueden permitirse contratar servicio doméstico, lo que representa una redistribución mercantilizada de las responsabilidades de cuidado. A su vez, se vuelve más común consumir alimentos fuera del hogar y es considerablemente mayor acceso a electrodomésticos que ahorran tiempo en tareas domésticas.
Esto se ve plasmado, como se ve en el gráfico, en el porcentaje de hogares con lavarropas automáticos. En provincias relativamente más ricas como las de la zona centro y sur, supera el 75%. En el Norte Grande, donde la tasa de empleo femenina es menor, no supera el 60%.
Estas diferencias de poder adquisitivo se ven reforzadas por el hecho de que las provincias más pobres por lo general tienen menores recursos para invertir en el desarrollo de una infraestructura pública de cuidados. Ello hace que las tareas de cuidado terminen recayendo más en la familia, lo que constituye especialmente un obstáculo adicional a la inserción laboral de las mujeres (Abeles y Villafañe, 2022).
En segundo lugar, a medida que los ingresos laborales aumentan, también lo hacen las oportunidades laborales atractivas y los incentivos para hacer la transición del trabajo doméstico al remunerado. Por otro lado, en las regiones con menores ingresos, los problemas de salud son más prevalentes. Esto conlleva un aumento en las responsabilidades de cuidado hacia otras personas, a la vez que mayores obstáculos para mantenerse físicamente apto para trabajar.
- Normas sociales
Los usos, costumbres y valores no siempre son los mismos entre las provincias en lo que concierne a la participación laboral femenina y masculina. La World Values Survey llevó a cabo una encuesta que arroja luz a este respecto. Preguntó a la población argentina en 2017 su nivel de acuerdo con la frase: “Cuando escasean los empleos, los varones deberían tener mayor derecho a trabajar que las mujeres”. Mientras que en CABA sólo el 4% está de acuerdo con dicha frase, en las provincias del norte relevadas en la encuesta dicha cifra alcanza el 24%.
- Nivel educativo
El nivel educativo es otra variable relevante que influye en la probabilidad de que una persona tenga empleo. En el gráfico se puede observar que, en casi todas las provincias, los adultos con educación limitada (hasta secundaria incompleta) tienen la tasa de empleo más baja. En cambio, aquellos que han completado estudios superiores (incompletos o completos) tienen una tasa de empleo más alta. Esto es una muestra de por qué el nivel educativo es uno de los vectores principales de movilidad socioeconómica.
En el año 2023, se observó que la probabilidad de tener empleo fue 21 puntos porcentuales (p.p.) más alta para las personas que cuentan con estudios superiores completos en comparación con aquellas que no completaron la educación secundaria. Este dato se obtuvo después de controlar por variables como género, provincia, edad, ingreso per cápita familiar, estado civil y situación actual de estudios (asistir o no a un establecimiento educativo)1.
Parte de las diferencias interprovinciales en la tasa de empleo se deben también al nivel educativo de sus poblaciones. CABA es por lejos la de mayor nivel educativo y lo contrario ocurre con Formosa. Cabe recordar que son respectivamente las jurisdicciones de mayor y menor tasa de empleo. El nivel educativo promedio de la población está implícito en el gráfico anterior. En CABA el punto “Total” se encuentra próximo al de “Universitario incompleto o completo”, lo que indica que la mayor parte de la población adulta tiene este último nivel educativo. Lo contrario pasa con Formosa.
Trabajo no remunerado
Es vital analizar el trabajo no remunerado para comprender mejor el mercado laboral. Este tipo de trabajo incluye tareas domésticas, cuidado de miembros del hogar y servicios comunitarios, y son especialmente ejercidos por mujeres, limitando sus oportunidades de acceder a empleos remunerados. Además, al no contabilizarse dentro del sistema de cuentas nacionales (en el PIB), se subestima el valor real que aporta. ¿Cómo son las brechas de género en el trabajo no remunerado? ¿Cómo es la situación de Argentina a nivel mundial?
Contando el trabajo no remunerado, en Argentina, las mujeres trabajan más que los varones
De acuerdo a la Clasificación de actividades de uso del tiempo para América Latina y el Caribe (CAUTAL), las actividades humanas pueden dividirse en dos grandes grupos. Primero se encuentran las productivas, que incluyen tanto el trabajo en la ocupación –remunerado– como el trabajo no remunerado, muchas veces contadas como actividades “reproductivas”. Luego se encuentran las no productivas, como el aprendizaje y el estudio, el ocio y el cuidado personal, incluyendo el sueño.
Según la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo del INDEC de 2021, las mujeres de 14 años y más dedicaron un promedio de 531 minutos al día al trabajo. Esta cifra supera en 60 minutos la jornada laboral diaria de los hombres. La brecha se debe principalmente a la notable diferencia en la distribución del trabajo no remunerado. Las mujeres invierten en este 2,2 veces más tiempo que los hombres. Esto se debe tanto a que un mayor porcentaje de mujeres realiza estas tareas (92% contra 75% en los varones) como al hecho de que, cuando participan, lo hacen por mucho más tiempo.
Por otro lado, en lo que respecta al trabajo remunerado, los hombres dedican un 78% más de tiempo que las mujeres. El hecho de que esta brecha sea menor a la existente en el trabajo no remunerado explica por qué el trabajo total termina siendo mayor para las mujeres.
Las mujeres destinan más tiempo que los varones a todas las formas de trabajo no remunerado
El trabajo no remunerado puede desagregarse en tres tipos. El primero incluye el doméstico, como cocinar, limpiar, ordenar, lavar la ropa, hacer refacciones en la vivienda, hacer trámites, hacer compras, o cuidar mascotas y plantas. Luego también se cuenta el de cuidado y apoyo a otros miembros del hogar, sean menores, ancianos u otros miembros del hogar que lo requieran. Por último también incluye actividades como el apoyo a otros hogares, a la comunidad o trabajo voluntario.
La categoría más importante en términos de tiempo es el trabajo doméstico, al cual las mujeres destinan 221 minutos por día y los varones 109. En segundo orden están los cuidados a otros miembros del hogar, al cual las mujeres destinan 115 minutos diarios y los varones 43. En este caso la brecha es todavía mayor en términos relativos (2,7 veces). La actividad menos relevante es el apoyo a otros hogares, trabajo comunitario y voluntario, al cual las mujeres destinan 22 minutos promedio y los varones 13. Esto en realidad ocurre porque es una actividad que relativamente pocas personas realizan. Sólo el 7,8% de la población argentina de 14 años y más hace este tipo de tareas, comparado con el 26,1% en cuidado a otros miembros del hogar y 80% en tareas domésticas.
En todas las franjas etarias el tiempo que las mujeres dedican al trabajo no remunerado supera al de los varones
Tomando el conjunto de la población, las mujeres dedican al trabajo no remunerado 2,2 veces más que los varones (359 minutos diarios contra 165). Al desagregar por edades, se ve que la mayor dedicación de las mujeres a este tipo de tareas se mantiene. Sin embargo, las brechas con los varones no son iguales de pronunciadas.
El tiempo dedicado al trabajo no remunerado de las mujeres tiene forma de “U” invertida. Es decir, es más bajo en la juventud, alcanza su máximo en la adultez (30-64 años) y se reduce en la vejez (65 años y más). En cambio, en los varones, la cantidad de horas destinadas al trabajo no remunerado es creciente con la edad y alcanza su máximo en la vejez (65 años y más). Es por ello que el diferencial entre varones y mujeres es particularmente más alto en la población de 30 a 64 años (130% mayor) y menor en la de 65 años y más (55% mayor).
Este fenómeno se debe a que es en las edades adultas cuando se observa una mayor participación laboral fuera del hogar por parte de los hombres. Esto limita su disponibilidad para dedicarse a tareas no remuneradas. Simultáneamente, es también durante estos años cuando se intensifica la responsabilidad de cuidar a niños y personas mayores, una labor que predominantemente asumen las mujeres.
Las brechas de género en el trabajo no remunerado son mayores cuanto menor es el nivel educativo
En la población que tiene primaria incompleta, las mujeres que realizan trabajo no remunerado destinan 410 minutos al día, contra 158 de los varones, lo que da una brecha de 2,6 veces. En contraste, en quienes tienen estudios superiores la brecha se reduce a 1,9 veces. Esto se fundamenta por un menor tiempo dedicado por las mujeres y no por un mayor tiempo dedicado por los varones, el cual permanece relativamente estable según el nivel educativo.
Son varios los factores que explican el menor tiempo dedicado al trabajo no remunerado en las mujeres de mayor nivel educativo. Uno muy relevante es que las mujeres de mayor nivel educativo tienden a estar en hogares de mayores ingresos, lo que permite contratar servicio doméstico y de cuidados. De este modo, parte de las tareas no remuneradas (como trabajo doméstico y cuidados) pasa a ser llevado a cabo por otras personas (mayormente mujeres) a cambio de una retribución.
Por otro lado, los hogares de mayor poder adquisitivo también tienen mayores recursos para subcontratar otras tareas domésticas. Por ejemplo, pueden comprar alimentos ya listos para consumir, o comprar más electrodomésticos ahorradores de tiempo. Asimismo, los hogares de mayores ingresos tienden a tener menor cantidad de hijos, lo que reduce también las tareas necesarias de cuidado.
Las brechas de género en el trabajo no remunerado de Argentina son menores que en casi todos los países de Asia, África y América del Sur, pero mayores a los de los países desarrollados
En Argentina, el 66% del tiempo social destinado al trabajo no remunerado lo hacen las mujeres y el 34% los varones. Esta cifra es similar a la de países como España o Países Bajos y algo menor a la de otros países latinoamericanos, como Brasil o Uruguay. A su vez, es muy inferior a la de países como Camboya o India, en donde alrededor del 90% del trabajo no remunerado lo hacen las mujeres.
No obstante, las brechas son considerablemente mayores que en países como Suecia, Noruega o Dinamarca. Allí alrededor del 55% del trabajo no remunerado lo realizan las mujeres. En estos países, la mayor igualdad de género a nivel cultural explica por qué las brechas son las menores del mundo.
Referencias
Notas
1. Datos al tercer trimestre de 2023 en base a la Encuesta de Hogares Ampliada del INDEC, total urbano. Se consideró la población de 18 a 65 años.
Bibliografía y fuentes
Abeles, M. y Villafañe V. (coords.) (2022), Las desigualdades de género desde una perspectiva territorial en la Argentina, Santiago, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Albanesi, S. y Olivetti, C. (2016). Gender roles and medical progress. Journal of Political Economy, 124(3), 650-695.
Charmes, J. (2022). Variety and change of patterns in the gender balance between unpaid care-work, paid work and free time across the world and over time: a measure of wellbeing?. Wellbeing, Space and Society, 3, 100081.
Kozlowski, D., Tiscornia P., Weksler G., Rosati G. y Shokida N. (2020). EPH: Argentina’s Permanent Household Survey Data and Manipulation Utilities. R package version.
Ortiz-Ospina E, Tzvetkova S. y Roser M. (2018). Women’s Employment. Our World In Data
Recchini de Lattes, Z. (1974). Población económicamente activa, en Recchini de Lattes, Z. y Lattes, A. (comps.), La población de Argentina, Instituto Nacional de Estadísticas y Censos.
Cita sugerida
Schteingart, D. y Fernández Erlauer, M. (2024). Trabajo y participación laboral. Argendata. Fundar.