¿Qué es el índice de desarrollo humano?
El indicador históricamente más utilizado es el índice de desarrollo humano (IDH), creado en la década de 1990 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). El IDH se basa en la idea de que las personas:
- Tengan un estándar de vida decente en términos de poder adquisitivo.
- Puedan vivir vidas largas y saludables.
- Puedan adquirir conocimientos.
Es decir, tiene tres dimensiones: ingresos, salud y educación. Como se ve, es un indicador que va más allá de la dimensión meramente económica.
Las tres dimensiones contempladas en el IDH se miden a partir de cuatro indicadores:
- El estándar de vida decente se mide a partir del Ingreso Nacional Bruto (INB) per cápita. Es una medida similar aunque no idéntica al PIB per cápita.
- La vida larga y saludable se mide a partir de la esperanza de vida al nacer.
- La posibilidad de adquirir conocimientos se mide a partir de dos indicadores. Primero, por los años esperados de escolarización (para los niños que están entrando en la edad escolar). Luego, también por los años promedio de escolarización (para los adultos de 25 años y más).
A partir de estos indicadores, el IDH toma valores entre 0 y 1 y agrupa a los países en cuatro niveles de desarrollo humano. Las escalas van desde muy alto (más de 0,80), alto (entre 0,70 y 0,80), medio (entre 0,55 y 0,70), hasta bajo (menos de 0,55).
El desarrollo humano de Argentina en perspectiva
El PNUD publica resultados del índice de desarrollo humano desde 1990. De acuerdo a esta institución, Argentina integra el club de los países con desarrollo humano “muy alto”. Sin embargo, en los últimos años su performance con respecto a este índice despierta ciertas preocupaciones. ¿Cómo se ubica Argentina en IDH respecto a otros países del mundo y de la región? ¿Cómo evolucionó en el tiempo el IDH de Argentina?
Argentina es un país de desarrollo humano superior a la media mundial y regional
En 2022, el IDH de Argentina fue de 0,849, ubicándose en el puesto 48 sobre un total de 193. De acuerdo al PNUD, Argentina integra el club de los países con desarrollo humano “muy alto”. Su desempeño es superior a la media mundial en todos los indicadores que se consideran para armar el índice. El IDH argentino es similar al de países como Hungría, Turquía, Kuwait y Montenegro.
Los cinco países mejor posicionados en 2022 fueron Suiza (IDH de 0,967), Noruega, Islandia, Hong Kong y Suecia (todos arriba de 0,950). En tanto, los de menor IDH fueron todos países del África Subsahariana. Estos son Somalia, Sudán del Sur, República Centroafricana, Níger y Chad (todos con un IDH inferior a 0,400).
Dentro de América Latina, Argentina es el segundo país de mayor IDH, por detrás de Chile (que ocupa el puesto 44 a nivel global). Uruguay, Panamá y Costa Rica completan el top 5 de la región. Argentina tiene un IDH bastante superior al de países como México, Perú, Brasil y Colombia, que están por debajo del puesto 70. El peor posicionado de la región es por lejos Haití (puesto 158).
Desde 1990, el IDH de Argentina creció considerablemente, aunque desde 2011 se desaceleró fuertemente
En 1990, el IDH de Argentina fue de 0,724, equivalente al que hoy tienen países como Sudáfrica, Vietnam o Líbano. Salvo en años de fuerte recesión (como 2002), el índice creció sostenidamente hasta 2011 (a razón de 0,006 puntos por año). Esta evolución se explica por la suba simultánea del ingreso per cápita, los años de escolarización de la población y la esperanza de vida.
Desde 2011, la suba del IDH se ralentizó sensiblemente (el IDH apenas creció menos de 0,001 puntos por año). El pobre desempeño del crecimiento económico, que incide directamente en el ingreso nacional bruto (INB) per cápita, es el principal factor detrás de esta tendencia. Por su lado, la pandemia tuvo un impacto considerablemente negativo en el IDH, ya que implicó un retroceso en la esperanza de vida y una severa recesión que redujo el INB per cápita.
Desde 2011, la mejora del IDH de Argentina fue menor a la de la mayoría de los países
Entre 2011 y 2022, el IDH de Argentina pasó de 0,842 a 0,849, una mejora de 0,007 puntos. En perspectiva comparada, este incremento del IDH fue muy débil. Al tomar el promedio simple de 192 países, la mejora mundial fue de 0,030 puntos: más de cuatro veces lo experimentado por Argentina.
Producto de este modesto desempeño, Argentina cayó 10 posiciones en el ranking del IDH, del 38 en 2011 al 48 en 2022. Esta posición es la más baja que ha registrado desde el inicio de la serie en 1990. Entre 2011 y 2022, Argentina fue superada por varios países de la periferia europea (Portugal, Letonia, Hungría, Croacia), de Oriente Medio (Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Arabia Saudita, Bahréin) y por Chile. De este modo, a nivel regional, Argentina dejó de ser el país de mayor IDH.
Los componentes del índice de desarrollo humano
El IDH surge de promediar tres subíndices correspondientes a ingresos, salud y educación. Para ingresos se toma como indicador el ingreso nacional bruto per cápita. Para salud, se toma la esperanza de vida al nacer. Por último, para educación se consideran dos indicadores: años esperados de escolarización en la población al inicio de su edad escolar (6 años) y años de escolarización promedio de la población de 25 años y más. ¿Cómo evolucionaron estas distintas dimensiones del IDH en Argentina?
Desde 1990, la esperanza de vida creció en Argentina, aunque más lentamente que en otros países
Entre 1990 y 2019, la esperanza de vida al nacer en Argentina subió 5 años (de 72 a 77). La reducción sostenida de la mortalidad infantil, la mayor disponibilidad de tratamientos contra enfermedades, la mayor cantidad de personal abocado a la salud (médicos y personal de enfermería per cápita) y el mayor acceso a la infraestructura médica (a partir de una mayor urbanización) son factores detrás de esta tendencia. Al igual que en gran parte del mundo, la pandemia de COVID-19 marcó un retroceso en la esperanza de vida, la cual bajó 1,9 años entre 2019 y 2021. En 2022, la esperanza de vida volvió a mejorar pero no retornó a los niveles de 2019, debido a la persistencia de contagios de COVID-19 en la primera parte de ese año.
A nivel global, en 2019 los países con la mayor esperanza de vida del mundo fueron Mónaco (87 años), Hong Kong (85) y Japón (84). En contraste, los peores posicionados fueron del África Subsahariana, como Nigeria (53), Chad (53) y Lesoto (54).
Si bien la esperanza de vida mejoró en Argentina en las últimas tres décadas, el ritmo fue más lento que en otros países. Esto se comprueba comparando tanto con la media mundial, con la media regional y con los países desarrollados. En el mundo, la esperanza de vida creció 8 años entre 1990 y 2019 (de 65 a 73). En América Latina y el Caribe lo hizo en 7 años (de 68 a 75), y en los países de desarrollo humano muy alto subió 6 años (de 74 a 80). De este modo, si bien Argentina tiene una esperanza de vida mayor a la media mundial y regional, ha ido recortando su mejor situación relativa. En tanto, en comparación con los países desarrollados, la brecha se amplió en alrededor de un año.
Desde 1990, el ingreso nacional bruto creció en Argentina, pero desde 2011 ha retrocedido sostenidamente
Entre 1990 y 2022, el ingreso nacional bruto (INB), medido a paridad de poder adquisitivo –esto es, teniendo en cuenta que un dólar no compra lo mismo en un país que en otro o en un mismo país a lo largo del tiempo– pasó de 13.589 dólares a 22.048 (+62%). No obstante, 2022 estuvo lejos del pico de la serie registrado en 2011 (23.942 dólares). El decrecimiento económico de Argentina a partir de dicho año ayuda a entender por qué el IDH en su conjunto subió muy poco desde entonces.
La mayoría de los países siguió creciendo desde 2011. De este modo, Argentina fue empeorando su posición relativa en el INB. Por ejemplo, entre 2011 y 2022, el INB argentino pasó de ser el 62% del de los países de muy alto desarrollo humano al 49%. En perspectiva latinoamericana, pasó de ser 60% más alto que la media a un 46% más elevado. Con respecto a la media mundial, pasó de tener un INB 69% mayor a un 28% mayor. En estas comparaciones con la región y la media mundial, vemos que Argentina sigue estando por encima, pero con una ventaja cada vez menor.
En las últimas tres décadas, la cantidad de años de escolarización de la población argentina subió notoriamente
Entre 1990 y 2022, el nivel de escolarización de la población argentina mayor a 25 años subió cerca de 3 años (de 8 a 11). A modo de referencia, en este último año, los países mejor posicionados fueron Alemania, Suiza y Canadá, con alrededor de 14 años. En cambio, en países como Níger, Mali y Somalía el promedio de años de escolarización fue inferior a 2. No es casualidad que estos países sean los de mayor analfabetismo del mundo, con cifras actualmente superiores al 50%.
La suba de los años de escolarización de Argentina es consistente con la mayor difusión de la educación media y superior durante del período. A modo de ejemplo, de acuerdo con los Censos Nacionales de Población y Vivienda de 1991 y 2022, el porcentaje de la población mayor a 25 años con al menos secundario completo pasó del 24% al 47%.
Este aumento supera la media mundial (que trepó en menos de 3 años, de un promedio de 6 a poco menos de 9). Supera también el promedio de los países de muy alto desarrollo humano (que incrementaron sus años de educación en torno a 2,6 años, de 9,7 a 12,3). No obstante, estuvo por debajo del avance de 3,5 años (de 5,5 a 9) registrado por América Latina. A diferencia de lo ocurrido con la esperanza de vida e ingreso nacional bruto per cápita, en donde Argentina fue perdiendo terreno contra la mayoría de los países, en esta dimensión Argentina recortó su brecha contra los países desarrollados y la estiró contra el promedio mundial.
Debe tenerse en cuenta que se trata de un indicador meramente cuantitativo, y que no considera la calidad educativa. A su vez, este indicador no diferencia entre aquellos estudiantes que recibieron escolarización a doble jornada de aquellos que lo hicieron con jornada simple.
La cantidad de años de educación esperados para los niños que ingresan en la edad escolar es muy elevada en Argentina
La dimensión de educación del IDH también contempla la cantidad de años que un niño en edad de ingreso escolar (a los 6 años) puede esperar recibir. Estas se definen a partir de las tasas brutas de matriculación actuales en los distintos niveles educativos. Las tasas brutas de matriculación (TBM) se calculan como la cantidad de estudiantes en un nivel educativo dado (independientemente de la edad) dividido la población total que debiera asistir a tal nivel educativo (por ejemplo, en el caso de la primaria en Argentina, la población de 6 a 12 años).
En 2022, Argentina estuvo en el noveno puesto a nivel mundial en esta métrica, con 19 años esperados de escolarización. A modo de referencia, en 1990 la cantidad de años esperados de escolarización era de 13. La elevada cantidad de años esperados de escolarización de Argentina se explica por las muy elevadas TBM (superan el 100% en los tres niveles educativos). La fuerte suba en los años de escolarización esperados desde 1990 obedece principalmente a lo ocurrido con las TBM terciaria. Estas pasaron del 38% en 1991 al 107% en 2021.
Los indicadores de años esperados de escolarización y TBM tienen limitaciones y deberían tomarse con cautela. Primero, la TBM puede superar el 100%, ya que incluye a estudiantes que están fuera del rango de edad oficial para un nivel educativo dado. Ejemplo de estos serían aquellos que comienzan la escuela tarde o que repiten grados. Así se puede generar una impresión de mayor cobertura educativa de la que realmente existe.
Segundo, al igual que ocurre con los años efectivamente recibidos de escolarización, las TBM no distinguen entre la matriculación a tiempo completo y parcial (escolaridad simple o doble). Esto puede inflar los números sin reflejar adecuadamente la intensidad de la educación que los estudiantes están recibiendo.
Tercero, este indicador no considera la calidad de la educación ni el grado de avance de los estudiantes a través del sistema educativo. Es decir, se centra únicamente en la matriculación. Para obtener una imagen más precisa y completa del acceso y la calidad de la educación en una región, las TBM deberían complementarse con otros indicadores. Algunos de estos pueden ser las tasas netas de matriculación, la tasa de finalización de estudios y las evaluaciones de rendimiento académico.
En Argentina, la suba del IDH de las últimas décadas estuvo traccionada por el componente educativo
Entre 1990 y 2022, el IDH argentino creció 17% y pasó de 0,724 a 0,849. Ahora bien, no todos los componentes del índice lo hicieron de la misma manera. El componente educativo (que surge de promediar las métricas de años efectivos de escolarización en la población mayor a 25 años y de años esperados de escolarización en un niño de 6 años) es el que más creció (+36%). De hecho, pasó de ser el componente en el que Argentina tenía menores valores a ser el más relevante. La importante suba en el nivel educativo de la población adulta y en las tasas de matriculación escolar (que repercuten en los años esperados de escolarización) explican ello. En contraste, las subas fueron más leves en el componente de salud (8%) y en el de ingreso per cápita (9%).
Desarrollo humano y desigualdad
El PNUD ha desarrollado variantes del IDH para reflejar diferentes aspectos del desarrollo humano. Desde 2010, se mide también ajustado por desigualdad (IDH-D). Así, se consideran las desigualdades internas de un país en términos de esperanza de vida, educación e ingresos entre sus ciudadanos. En concreto, modifica el IDH aplicando un coeficiente de ajuste por desigualdad. En un escenario de total igualdad, el IDH-D sería igual al IDH. Dado que no existe un país completamente igualitario, el IDH-D siempre es inferior al IDH. ¿Cómo se ubica Argentina en el IDH ajustado por desigualdad? ¿Cómo evolucionó este indicador en el tiempo?
En el IDH ajustado por desigualdad, Argentina lidera en la región, aunque la brecha con el mundo desarrollado es mayor que en el IDH
En 2022, el IDH-D de Argentina fue de 0,747, ubicándose en el puesto 44 sobre un total de 165. A diferencia del IDH, en donde Chile supera a Argentina, en el IDH-D Argentina es el mejor posicionado de la región. Esto ocurre debido a que, en promedio, tiene los menores niveles de desigualdad de toda América Latina. Esto se verifica en las tres dimensiones que pondera el índice (salud, educación e ingresos).
No obstante, al tomar el IDH-D, la brecha de Argentina con el promedio de los países de muy alto desarrollo se amplía de 6% a 7%. Esto refleja el hecho de que Argentina es más desigual en todas las dimensiones consideradas.
En el gráfico se puede ver que hay países de baja desigualdad en donde el IDH-D es apenas inferior al IDH. Dentro de este grupo, Islandia, Noruega y Dinamarca son los tres países mejor posicionados. En estos casos, la fuerte presencia de estados de bienestar en conjunto con una alta productividad ha permitido alcanzar niveles de prosperidad e igualdad notables.
En los países que formaron parte del bloque comunista durante la Guerra Fría (como Belarús, Tayikistán o Hungría) también el IDH-D es bastante parecido al IDH. Sin embargo, a pesar de ser relativamente igualitarios, no están tan bien posicionados en el ranking. La razón detrás de esto es que no son tan prósperos, lo que se visualiza en que su IDH no sea tan alto.
En contraste, países latinoamericanos como Colombia o Brasil y del África Subsahariana como Sudáfrica empeoran mucho su situación en el IDH-D respecto al IDH. Esto es evidentemente producto de que presentan niveles de desigualdad muy elevados.
Desde 2010, el IDH-D creció más rápido que el IDH en Argentina, fruto de reducciones en las desigualdades
Entre 2010 y 2022, el IDH-D de Argentina creció 4,3% (de 0,716 a 0,747). Su desempeño fue mayor al del IDH, que subió apenas 1,8%. Esto se explica por la reducción de las desigualdades en las tres dimensiones del índice y, en particular, por las mejoras en esperanza de vida y años de escolarización. Esta tendencia, en ambas variables, abarca a la mayoría de los países del mundo y se vincula a la mayor difusión de la salud y la educación.
Si bien el IDH-D creció en Argentina, lo hizo a un ritmo menor al promedio mundial (+10,3%). También fue más lento que el promedio regional (+7,3%) e incluso de los países de muy alto desarrollo humano (+4,8%). La principal razón de ello es el pobre desempeño del crecimiento económico, que hizo que la dimensión de ingresos se contrajera.
Desarrollo humano y género
Otra variante del IDH es el Índice de Desarrollo de Género (IDG). Surge de la diferenciación de las dimensiones del IDH (esperanza de vida, años de escolarización e ingresos) para varones y mujeres. Se calcula como el cociente entre el IDH de las mujeres respecto al IDH de los varones. Si el valor es inferior a 1, el desarrollo humano es mayor en los varones que en las mujeres, y viceversa. ¿Cómo es el desarrollo humano de varones y mujeres en Argentina comparado con otros países?
Desde el año 2005, el IDH de varones y mujeres ha sido muy similar en Argentina
Durante las últimas dos décadas, Argentina tuvo un IDG promedio de 0,997. Por lo tanto, el IDH de las mujeres fue casi idéntico al de los varones (-0,3%). Esta cifra está por encima de la media mundial, en donde el IDG en 2022 fue de 0,951. Es decir, en promedio el IDH de las mujeres es casi 5% menor al de los varones. No obstante, esta brecha se ha ido reduciendo en los últimos 30 años.
Si bien el IDH de varones y mujeres es muy similar en Argentina, ello no supone que exista paridad en las tres dimensiones. Mientras que las mujeres están mejor posicionadas en las dimensiones de esperanza de vida (con casi 7 años más)1 y educación (los años de escolarización tanto efectivos como esperados son mayores), los varones tienen una diferencia notable en la dimensión de ingresos. El PNUD estima que en 2022 el ingreso nacional bruto de las mujeres de Argentina fue apenas un 62% del de los varones, producto tanto de menores salarios promedio como de una menor participación laboral.
Las desigualdades en esta dimensión han ido reduciéndose desde 1990. Ese año el ingreso de las mujeres era solo el 42% de los varones, principalmente producto de una menor participación laboral. En efecto, la disminución de la brecha de género en los ingresos es la variable que mejor explica la mejora del IDG de Argentina en los últimos treinta años.
En la comparativa mundial, Argentina está ligeramente mejor posicionada en el IDH de mujeres que en el de varones
Sobre 193 países, en 2022 Argentina estuvo en el puesto 46 en el IDH de mujeres y en el 48 en el IDH de varones. Si bien el IDH de varones es levemente más alto que el de mujeres (0,845 vs 0,841), la mejor situación relativa de Argentina en esta variable obedece a que las diferencias de género en el IDH son menores que en la mayoría de los países. En otros términos, se debe a que el IDG es mayor a la media mundial.
A nivel global, Noruega es el país con el más alto IDH de mujeres, con 0,957. Sin embargo, en este país el IDH masculino es mayor (0,970). En el otro extremo se encuentra Yemen, en donde el IDH de las mujeres es de apenas 0,219. Este país es el que tiene las brechas más grandes entre varones y mujeres. Su IDH femenino es menos de la mitad del masculino (0,480), producto de que los ingresos per cápita de las mujeres son menos del 10% de los varones. Además, el acceso a la educación para las mujeres es también considerablemente menor.
En tanto, Suiza es el país con el mayor IDH de varones, con 0,977, seguido de Liechtenstein (0,974) y Noruega (0,970). En contraste, Somalia, Níger y Burundi son los países con los peores IDH masculinos, todos por debajo de 0,450.
Desarrollo humano y sostenibilidad ambiental
En los últimos años, el interés por la sostenibilidad ambiental de los procesos de desarrollo ha aumentado, impulsado por una preocupación creciente por fenómenos derivados del crecimiento económico. En este contexto, el PNUD introdujo el Índice de Desarrollo Humano “ajustado por presiones planetarias” (IDH-P). La posición relativa de Argentina en el ranking de desarrollo mejora al tomar el IDH-P. ¿En qué consiste este índice? ¿Qué lugar ocupa Argentina con respecto a los otros países?
El Índice de Desarrollo Humano ajustado por presiones planetarias (IDH-P)
La sostenibilidad ambiental se ve amenazada por los fenómenos derivados del crecimiento económico. Entre estos, los más graves son las emisiones de gases de efecto invernadero generadoras del cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la generación de residuos y la presión sobre bienes y servicios ecosistémicos. En este contexto, en 2020, el PNUD introdujo el Índice de Desarrollo Humano “ajustado por presiones planetarias” (IDH-P).
Este índice modifica el IDH tradicional para reflejar la desigualdad intergeneracional, de forma similar a cómo el IDH ajustado por desigualdad aborda la desigualdad intrageneracional. El IDH-P penaliza a los países basándose en su impacto ambiental, el cual se mide a través de dos indicadores. Estos son: las emisiones de dióxido de carbono per cápita y la huella material per cápita.
Las emisiones per cápita intentan cuantificar la contribución actual de los países al cambio climático. La huella material per cápita evalúa la presión que estos ejercen sobre los recursos naturales a partir de la medición de la demanda interna de materiales de cada país. Los más importantes entre estos son: biomasa, combustibles fósiles y minerales metálicos y no metálicos.
El IDH-P presenta varias limitaciones metodológicas. Por ejemplo, las emisiones sólo consideran el dióxido de carbono y no otros gases de efecto invernadero. Esto es particularmente relevante en países como Argentina donde gases como el metano –asociado a la ganadería– tiene un peso importante. A su vez, la huella material es un indicador complejo y relativamente nuevo que sólo considera determinados recursos naturales. Tiene dificultades para incorporar la huella completa a lo largo de toda la cadena de valor y no integra los descartes de procesos. Sin embargo, constituye una primera aproximación valiosa a la medición del desarrollo incorporando la perspectiva ambiental.
Por último, cabe aclarar que el IDH-P no pretende reflejar una reducción real en la calidad de vida, ni tampoco que el impacto intergeneracional en cada país sea proporcional a sus emisiones (de hecho, el impacto del calentamiento global recae desproporcionadamente sobre los países de menor IDH, por más que sean los que menos contribuyen al aumento de emisiones). El objetivo de PNUD al agregar este indicador es visibilizar que en la actualidad existe una fuerte correlación entre progreso en la calidad de vida e impacto ambiental, para incentivar a los países a que mejoren el IDH pero reduciendo en ese mismo proceso su impacto ambiental.
Los países de mayor desarrollo humano son los que más presiones planetarias ejercen
Existe una fuerte correlación positiva entre el IDH y las presiones sobre el planeta. Los países de mayor desarrollo humano son a la vez los de mayores emisiones de CO2 y huella material per cápita. Es por ello que, en el gráfico, a medida que un país se ubica más a la derecha (es decir, tiene mayor IDH), también tiende a ubicarse más arriba (mayor impacto planetario). De esta manera, al pasar del IDH tradicional al ajustado por presiones planetarias los que tienen mayores impactos ambientales tienen una mayor pérdida de IDH.
Los países de alto IDH muestran presiones planetarias más altas porque un mayor desarrollo suele ir de la mano de más producción y más consumo. El hecho es que ambos factores requieren energía y distintos tipos de materiales. Dado que en la mayoría de los países la matriz energética todavía está basada mayormente en combustibles fósiles (como el carbón, petróleo y gas), un mayor consumo de energía se traduce en emisiones de CO2 más altas. A su vez, dada la baja tasa de reciclaje de materiales en relación a la extracción de nuevos recursos, un mayor consumo se traduce en mayores presiones sobre la naturaleza.
Sin embargo, si bien la correlación entre IDH y presiones planetarias es clara, tampoco es perfecta. Es por ello que, a similar grado de desarrollo, hay una considerable variabilidad en las presiones planetarias. Por ejemplo, países de alto IDH muy especializados en hidrocarburos (como Qatar, Kuwait, Baréin, Omán o Emiratos Árabes Unidos) están entre los más penalizados del IDH-P, debido a sus muy altas emisiones de CO₂ per cápita.
En contraste, países como España, Italia, Francia o Reino Unido sufren una penalidad menor. Esto puede explicarse por diversos factores. Por un lado, influyen la composición de sus matrices energéticas y la especialización productiva en sectores relativamente poco demandantes de energía como los servicios. También inciden el mayor uso del ferrocarril respecto al automóvil y una mayor eficiencia en el uso de recursos.
La posición relativa de Argentina en el ranking de desarrollo mejora cuando se toma el IDH ajustado por presiones planetarias
En 2022, Argentina estuvo 17 puestos más arriba en el IDH-P que en el IDH. Sobre un total de 154 países con información sobre ambos índices, Argentina ocupó el puesto 44 en el del IDH2 y 27 en el IDH-P. Una razón de esta mejora es que las emisiones de dióxido de carbono per cápita de Argentina son relativamente bajas dado el nivel de desarrollo. Lo mismo ocurre con otros países de la región.
Esto se explica porque la matriz energética argentina es comparativamente más limpia que la media mundial, producto del bajo peso del carbón. No obstante, debe tenerse en cuenta que la medición del PNUD sólo contempla las emisiones de dióxido de carbono y no las de otros gases de efecto invernadero. En particular, no contempla algunos fuertemente asociados al agro, como el metano, que son más relevantes en países como los de América Latina. De incorporarse también este tipo de gases, la posición relativa de Argentina probablemente no mejoraría tanto.
A nivel global, Reino Unido lideró en 2022 el IDH-P, seguido por Suecia, Dinamarca y España. Estos países tienen bajos niveles de emisiones y huella material per cápita para el nivel de IDH que poseen. En contraste, países como Australia, Estados Unidos y Canadá retroceden fuertemente en el ranking cuando se contempla el IDH-P. Estos se ubican incluso por debajo de Argentina. No obstante, el caso más drástico es el de Qatar, el país con mayores emisiones de CO2 y con mayor huella material per cápita, que pasa del puesto 38 al 145.
Desde 1990, el IDH ajustado por presiones planetarias creció en Argentina, aunque menos que el IDH
Entre 1990 y 2022, el IDH ajustado por presiones planetarias (IDH-P) pasó de 0,678 a 0,782 en Argentina. Es una suba del 15,3%, levemente inferior a la registrada por el IDH en el mismo período (17,3%).
La menor tasa de crecimiento del IDH-P se debe al aumento de las emisiones de CO2 y de la huella material per cápita durante el período analizado. Este incremento está asociado principalmente al crecimiento económico y al aumento en el consumo de energía. Dichos factores no se vieron contrarrestados por mejoras significativas en la eficiencia del uso de recursos ni por una reducción en las emisiones relativas al consumo de energía. Debe tenerse en cuenta como causa de esto, en parte, que la incorporación de fuentes de energía bajas en emisiones ha sido lenta en Argentina.
El desarrollo humano en el muy largo plazo
El IDH y sus diferentes variantes permiten ver la evolución del desarrollo humano solamente en las últimas tres décadas. Para superar esta limitación, Prados de la Escosura (2021) calculó un índice desde 1870 hasta hoy, denominado “IDH aumentado” (IDH-A). Este introduce una cuarta dimensión de libertades civiles y políticas. También cambia la forma de calcular el componente de esperanza de vida y de escolarización: premia más alcanzar un año más a niveles más altos que a niveles más bajos. La idea detrás de ello es que esto representa un logro más desafiante que hacerlo partiendo de niveles más bajos. ¿Cómo evolucionó el IDH-A argentino desde el siglo XIX? ¿Cómo se compara contra el de otros países?
El IDH aumentado de Argentina fue creciente pero oscilante en el largo plazo, producto de la inestabilidad política durante buena parte del siglo XX
En 2020, el IDH-A de Argentina fue de 0,580, ubicándose en el puesto 43 sobre 163 países. Con respecto al resto de América Latina, se ubicó en cuarto lugar por detrás de Chile (0,648), Costa Rica (0,588) y Uruguay (0,583). Visto en el largo plazo, el IDH-A de Argentina en 2020 fue el mayor de toda la serie iniciada en 1870.
¿Por qué subió el IDH-A de Argentina en el último siglo y medio? Porque el país registró progresos en todos los componentes del índice. Entre 1870 y 2020, el PIB per cápita se multiplicó por casi 6 veces. La esperanza de vida pasó de 32 a 76 años. Los años de escolarización de la población de 15 años y más pasaron de 1,5 a 11,1. El índice de democracia liberal (que va de 0 a 1) pasó de menos de 0,3 a más de 0,6, producto del avance de los derechos civiles y políticos.
En el gráfico puede verse cómo evolucionó el IDH-A de Argentina descompuesto en sus cuatro dimensiones. Como se aprecia, los índices ligados a la salud y la educación muestran una tendencia persistentemente alcista. La excepción se ve en 2020, con el caso de la esperanza de vida por la pandemia de COVID-19. El índice de PIB per cápita es más oscilante que los dos anteriores, fruto de la inestabilidad económica de Argentina.
Sin embargo, el más volátil de todos es el índice de democracia liberal. Esta dimensión mide las libertades civiles y políticas, estimada a partir del índice de democracia liberal del proyecto “Varieties of Democracy”. Pueden observarse en el gráfico retrocesos abruptos asociados a períodos de dictaduras militares durante el siglo XX (es el caso de los valores que toma el índice en años como 1933, 1955, 1970 y 1980). La inestabilidad democrática durante el período 1930-1983 es la que ayuda a comprender por qué durante esos años el IDH-A en su conjunto fue tan errático.
En los últimos 150 años, el desarrollo humano de Argentina fue casi siempre mayor a la media mundial
Salvo en momentos de fuerte retracción del índice de democracia liberal (como 1970 y 1980), Argentina siempre superó la media mundial en el IDH-A. Esto se debe a que indicadores como la esperanza de vida, los años de escolarización y el PIB per cápita han sido históricamente más altos que el promedio global.
Comparado con regiones como el África Subsahariana y Oriente Medio, Argentina siempre estuvo por encima. Incluso incrementó la diferencia en el IDH-A entre 1870 y 2020. Sin embargo, no ocurrió lo mismo con países que lograron un extraordinario desarrollo humano durante el siglo XX, como Corea del Sur y Japón. Este último país tenía un IDH-A similar a la media mundial en 1870. Hacia 1950 superó a Argentina e incluso en la década de 1990 a Estados Unidos.
El caso de Corea del Sur es aún más llamativo: a fines del siglo XIX el IDH-A de este país era similar al del África Subsahariana. Durante la segunda mitad del siglo XX, Corea experimentó un proceso de desarrollo económico acelerado que permitió elevar el índice. La democratización del país en la década de 1980 jugó un papel crucial en la mejora de su IDH-A. Así superó a Argentina en esa década y a Estados Unidos más recientemente.
Desde 1870, el desarrollo humano de Argentina nunca superó al de los países desarrollados occidentales
El IDH-A de Argentina muestra una tendencia creciente a lo largo de los últimos 150 años. Sin embargo, su performance estuvo siempre por debajo del promedio de Europa Occidental y de las “Ramificaciones de Occidente” (Western Offshoots), que agrupa a excolonias británicas como Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
El PIB per cápita de Argentina hacia 1913 era similar al de varios países europeos occidentales y no muy lejano al de las excolonias británicas. En cambio, sí había diferencias considerables en las otras variables del desarrollo humano. Por ejemplo, en 1913 la cantidad de años de escolarización de la población de 15 años y más en Argentina era de 2,3. Mientras tanto, en Europa Occidental era de 5,5 y en las excolonias británicas mencionadas de 7,5. En dicho año, la esperanza de vida al nacer en Argentina era de 46 años. En Europa Occidental era de 50 y en las ex colonias británicas de 54. A su vez, el índice de democracia liberal (0,324) también era menor al de dichas regiones. La comparación es contra un 0,331 en Europa Occidental y un 0,398 en las excolonias británicas.
Con el correr del siglo XX, Argentina nunca logró converger con los países desarrollados occidentales. En particular, siempre estuvo por debajo de Europa Occidental y de las excolonias británicas en dimensiones como esperanza de vida y años de escolarización. El PIB per cápita estuvo siempre por debajo de las excolonias británicas, y fue relativamente similar al promedio de Europa Occidental hasta mediados del siglo XX. Desde entonces, esta región creció más que Argentina. En el índice de democracia liberal, Argentina siempre presentó un valor menor al de las excolonias británicas. Respecto a Europa Occidental, el puntaje fue similar hasta 1930, pero a partir de entonces Argentina quedó notoriamente más atrás.
Desde 1870, el desarrollo humano de Argentina fue casi siempre mayor a la media latinoamericana pero casi nunca el mayor de la región
El IDH-A de Argentina siempre superó la media regional, salvo en 1980, cuando el país transitaba una sangrienta dictadura militar. Sin embargo, raras veces ocupó el primer puesto de la región. Entre 1870-1929, el mayor IDH-A de la región lo tuvo Uruguay, y Argentina quedó en segundo lugar. El PIB per cápita de Argentina fue por lo general mayor al uruguayo durante gran parte de ese período. Sin embargo, Uruguay tuvo una mayor esperanza de vida y una mejor puntuación en el índice de democracia liberal.
Argentina tuvo un comportamiento muy oscilante en el IDH-A, producto de los fuertes cambios en el índice de democracia liberal fundados en la inestabilidad política. Las causas son claras: la sucesión de regímenes autoritarios y democráticos entre los años 1929 y 1983. En esta etapa, países latinoamericanos que no experimentaron dictaduras, como Costa Rica, superaron a Argentina.
A pesar del retorno a la estabilidad democrática en la década de 1980, Argentina tuvo un pobre desempeño macroeconómico. Esto se tradujo en un magro crecimiento del PIB per cápita. Otros países de la región que retornaron a la democracia en las décadas de 1980 y 1990 tuvieron una performance económica mucho más dinámica. El caso emblemático de ello es Chile. Su IDH-A había estado casi siempre por debajo del argentino, pero desde 1990 lo superó. En 2020, Chile estuvo mejor posicionado que Argentina en tres de las cuatro dimensiones del índice: PIB per cápita, esperanza de vida e índice de democracia liberal.
Referencias
Notas
1. El PNUD presume que biológicamente las mujeres viven 5 años más que los varones. Por lo tanto, si la diferencia en la esperanza de vida supera los cinco años a favor de las mujeres, su índice en la dimensión de esperanza de vida será más alto, y a la inversa.
2. Hay 193 países con IDH pero 154 con IDH-P. Como algunos de los países que tienen IDH pero no IDH-P poseen un IDH mayor al de Argentina, cuando solo se toman los países con ambas métricas Argentina avanza algunos puestos en el ranking. Si se tomasen 193 países, Argentina hubiese estado en 2022 en el puesto 48 del IDH.
Bibliografía
Prados de la Escosura, L. (2021). Augmented Human Development in the Age of Globalisation, Economic History Review.
Ritchie, H., Samborska, V. y Roser, M. (2023). Plastic Pollution. Our World In Data.
Cita sugerida
Schteingart, D. y Sonzogni, P. (2024). Desarrollo humano. Argendata. Fundar.