La composición sectorial de la producción
Para comprender las estructuras productivas primero es necesario medir el peso de los diferentes sectores productivos que la componen (como el agro, la industria, el comercio, el transporte o los servicios profesionales). La relevancia económica de estos ha ido cambiando a lo largo del tiempo, y también es muy diferente entre los distintos países. ¿Cómo es la estructura productiva de Argentina? ¿Cuán diferente es a la de otros países? ¿Qué cambios se produjeron a lo largo del tiempo?
En Argentina, los servicios explican más del 60% del PIB
Existen muchas formas de agrupar a los sectores productivos. Una muy sencilla es separar a los sectores que fabrican bienes de aquellos que producen servicios. Es decir, separar aquellos cuyo fin son los productos físicos tangibles y almacenables, de aquellos trabajos enfocados en las actividades, beneficios o satisfacciones intangibles.
En 2023, los servicios dieron cuenta del 63% del PIB1. En tanto, los bienes explicaron el 37% restante.
Haciendo clic en el gráfico se puede ver una desagregación sectorial mayor. Así, se observa que, dentro de los servicios, destacan el comercio (19,9%) y las actividades inmobiliarias, profesionales y empresariales (11%). En los bienes, sobresale la industria manufacturera (19,4%) y el agro (6,9%), seguidos por la construcción (4,7%) y el petróleo y la minería (4,6%).
Aunque los servicios representan una porción mayor del PIB en comparación con los bienes, esta tendencia no se replica en el comercio exterior. Desde la década de 1970, los bienes han constituido aproximadamente el 84% del comercio internacional argentino. Este fenómeno se debe principalmente a que, a diferencia de los servicios, la mayoría de los bienes son transables internacionalmente. Es decir, estos pueden ser fácilmente comercializados entre países. Las exportaciones son una fuente esencial de divisas y desempeñan un papel crucial en el sostenimiento del crecimiento económico a largo plazo. Por lo tanto, a pesar de su menor participación en el PIB, los bienes mantienen una importancia crucial en el análisis de la estructura productiva de un país.
¿Cómo evolucionó en el tiempo la estructura productiva argentina?
Desde 1900, el PIB argentino se multiplicó por más de 30 veces. Pero no todos los sectores crecieron al mismo ritmo. Electricidad, gas y agua y petróleo y minería fueron las dos ramas de mayor expansión, multiplicando su producción por casi 2000 y 500 veces respectivamente entre 1900 y 2022. Esto se explica porque, en 1900, la difusión de la electricidad era, tanto en Argentina como en el resto del mundo, mínima. A su vez, el rol del petróleo dentro de la matriz energética mundial y local era por entonces incipiente y la minería sería marginal en Argentina hasta la década de 1990.
En contraste, el agro fue la rama de menor crecimiento (multiplicó por casi 13 entre 1900-2022): pasó de explicar el 20% del PIB en 1900 a menos del 10% en las últimas décadas. Esta pérdida de importancia relativa del agro ha ocurrido en todos los países del mundo que fueron desarrollándose y urbanizándose en los últimos dos siglos. En Argentina, se extendió entre 1900 y principios de la década de 1970, momento a partir del cual el PIB agropecuario volvió a crecer a un ritmo similar al total, estimulado por cambios tecnológicos.
La producción industrial se multiplicó por 49 veces entre 1900 y 2022 y amplió su protagonismo dentro de la economía. Medida en pesos constantes de 2004, pasó del 12,8% del PIB en 1900 al 20% en 2022. No obstante, hay dos grandes etapas en dicha trayectoria: hasta 1974, la tasa de crecimiento de la producción industrial fue sistemáticamente superior a la media de la economía y, desde entonces, tendió a ser menor.
El sector servicios creció a un ritmo similar al promedio de la economía desde 1900, con importantes diferencias al interior del mismo. El PIB de transporte y comunicaciones fue el más dinámico de todos los servicios, multiplicándose por más de 140 veces. Esto se explica por el desarrollo de la infraestructura de transporte del país (principalmente, ferroviaria, caminera y aérea) y del parque automotor. También influyó el auge de las telecomunicaciones desde la década de 1980.
Otra rama de servicios de alto dinamismo relativo fue finanzas, cuyo PIB se multiplicó por 88 entre 1900 y 2022. Durante buena parte del siglo XX el PIB de este sector creció por encima de la economía, de la mano del incremento demográfico, del poder adquisitivo de la población y del crecimiento de la infraestructura bancaria y crediticia. No obstante, desde la década de 1970 este sector tuvo grandes fluctuaciones. Durante 1976-1981, en plena política de liberalización financiera de la última dictadura militar, tuvo un boom, seguido de un repliegue luego de la crisis de la deuda de 1982. Algo similar ocurrió durante la década de 1990 (nuevo boom) seguido de una gran contracción con la crisis de 2001-2002.
La participación de los servicios en el PIB es menor en Argentina que en los países desarrollados y mayor que en los países de ingresos bajos
A medida que los países se desarrollan, el peso de los servicios en el PIB tiende a subir, a expensas de los bienes, en particular los de origen primario. De ahí que la participación de los servicios sea superior al 75% del PIB en países como Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Israel o Países Bajos o Dinamarca o en pequeñas economías de altos ingresos como Hong Kong y Luxemburgo. En contraste, en países de muy bajos ingresos como Liberia o Chad, los servicios no llegan ni al 25% del PIB, y los bienes dan cuenta de más del 75%. En Argentina, la participación de los servicios en el PIB (entre el 60 y el 65% dependiendo el año) es cercana a países de la región como Colombia y Brasil e inclusive a países desarrollados como Australia o Alemania.
Sin embargo, tanto al interior de los bienes como de los servicios hay importantes heterogeneidades en el peso relativo que tienen los diferentes subsectores en cada país, como puede verse en el gráfico previo. Esta composición también guarda relación con el nivel de desarrollo de un país. El agro y “otros servicios” son los subsectores que más se correlacionan.
En los países muy pobres, el agro es, por lejos, el sector que más aporta al PIB, llegando a más del 70% en países como Liberia. Esto ocurre porque se trata de sociedades en donde la gran mayoría de la población es rural y se desempeña en unidades productivas de muy baja productividad, al límite de la subsistencia. Dos siglos atrás, antes de la revolución industrial, la mayoría de los países tenían estructuras productivas similares a estas.
En contraste, dentro de los países desarrollados el rubro que más destaca es el de “otros servicios”. Este abarca mayormente a actividades de alta calificación, como servicios profesionales, técnicos, financieros, de salud, de enseñanza o la administración pública. En Estados Unidos, Reino Unido y Francia este tipo de servicios explica más del 55% del PIB y cerca del 70% total de los servicios. Muchos de estos servicios surgen luego de haber alcanzado niveles elevados de industrialización. También son resultado de la tercerización de ciertos procesos productivos que antes se daban dentro de las empresas industriales (por ej., ciertos servicios profesionales).
En contraste, en los países muy pobres, este tipo de servicios no solo tienen bajo peso en el PIB sino que además son menos relevantes dentro del total de los servicios. Por ejemplo, en Nigeria explican menos del 20% del PIB y rondan el 35% del total de los servicios. En contraste, ganan peso servicios de menor calificación, como el comercio, hoteles, restaurantes o el transporte, que explican el 65% restante.
El subsector “otros servicios” representa en Argentina el 36% del PIB y el 60% del total de los servicios, niveles menores a la mayoría de los países desarrollados.
En la economía argentina, los bienes y servicios intensivos en I+D tienen menor peso que en los países desarrollados
A menudo se habla de categorías como “bienes” o “servicios” como si fueran un todo homogéneo. Lo cierto es que dentro de estos sectores hay importantes heterogeneidades en productividad, innovación, adopción tecnológica, calificación del empleo y salarios.
Una forma de captar dicha heterogeneidad consiste en dividir a los bienes y servicios en dos grupos: aquellos intensivos en investigación y desarrollo (I+D) y aquellos que no lo son. Para ello, se tomó una versión adaptada de la clasificación que utiliza la OCDE (Galindo-Rueda y Verger, 2016). A partir de esta, se divide a los bienes y los servicios según intensidad tecnológica, tomando en cuenta cuál es el gasto en I+D relativo a las ventas de cada sector.
Dentro de los bienes intensivos en I+D se encuentran algunas ramas industriales, como química, farmacéutica, maquinarias, electrónicos o equipos de transporte, entre otros. En contraste, bienes como los agropecuarios, el petróleo, los minerales, los de industrias tradicionales (como alimentos o textiles) o la construcción son de baja intensidad en I+D. Por su parte, dentro de los servicios intensivos en I+D están el software y algunos servicios profesionales y técnicos. El resto de los servicios, como el comercio, el transporte, la gastronomía o los administrativos, entre otros, son de baja intensidad en I+D.
En Argentina, las ramas intensivas en I+D explican el 11,9% del PIB. Esta cifra es mucho menor que en el promedio de la OCDE (19,6%) y que el promedio mundial (18,5%) y similar a la de países como Chile, Sudáfrica o Brasil. Los países que mejor puntúan en esta métrica son Irlanda (36,6%) y aquellos del Este Asiático que registraron procesos de muy rápido crecimiento en las últimas décadas, tales como Corea del Sur (30,6%), Singapur (28,7%) y Taiwán (28,1%). En tanto, en países de ingresos bajos como Camboya o Laos esta cifra no llega al 5%.
La composición sectorial del empleo
La estructura productiva de un país determina los sectores económicos que predominan y, por ende, dónde y en qué tipo de trabajos las personas pueden encontrar empleo. El análisis de estas cuestiones permite identificar las distintas necesidades del mercado laboral a atender. En Argentina, el empleo en servicios es hoy superior al de los bienes. A su vez, y a tono con la estructura del PIB, las ramas intensivas en innovación explican menos del 10% del empleo, lo que indica que hay mucho por avanzar. ¿Cómo es la estructura sectorial del empleo en Argentina? ¿Cómo evolucionó históricamente?
Los servicios explican más del 70% del empleo en Argentina
En Argentina hay alrededor de 22 millones de puestos de trabajo, que dan empleo a unas 20 millones de personas, algunas de las cuales tienen más de un empleo. Pero, ¿qué sectores son los que más puestos generan?
En 2022, el 72,5% del empleo lo generaron las actividades de servicios y el 27,5% restante las productoras de bienes. Dentro de los servicios, la rama más importante es el comercio (17,7% del empleo total, equivalente a 3,9 millones de puestos de trabajo). Luego se ubican salud y servicios personales (12,3%) y enseñanza (10,2%). Dentro de los bienes, sobresalen la industria manufacturera (11,8%), la construcción (8,2%) y agro y pesca (6,4%). Debe tenerse en cuenta que este cálculo de empleo considera todas las categorías ocupacionales. Es decir, considera el empleo asalariado registrado, no registrado y no asalariado (como el cuentapropismo).
En Argentina, los servicios tienen mayor participación en el empleo que en el PIB
Los sectores más relevantes en el PIB tienden a ser los más relevantes en el empleo, y viceversa. Sin embargo, al mirar en detalle, se observa que en Argentina hay sectores que contribuyen más al empleo que al PIB, y a la inversa.
Cuando un sector es más relevante en el empleo que en el PIB, se suele decir que se trata de una rama “intensiva en trabajo”. Dado que el PIB por ocupado de este sector es más bajo que la media, se lo suele considerar un sector de baja productividad relativa. A la inversa, las ramas que aportan más al PIB que al empleo son consideradas como “intensivas en capital” y de alta productividad relativa. Por lo general, las ramas intensivas en trabajo tienden a tener peores condiciones laborales y menores efectos multiplicadores (empleos indirectos por cada empleo directo) que las ramas intensivas en capital. Para entender mejor de qué se trata el concepto de productividad, se recomienda la lectura de esta nota metodológica.
En Argentina, en promedio, los servicios son más intensivos en trabajo que los bienes. Es por ello que explican más del empleo (72,5%) que del PIB (63,3%). No obstante, tanto dentro de los bienes como dentro de los servicios hay heterogeneidades considerables.
El gráfico permite ver con claridad aquellos sectores que aportan más al PIB que al empleo y a la inversa. Por lo general, ambas variables están correlacionadas. No obstante, si un sector se encuentra en la diagonal, eso significa que su contribución al PIB es la misma que al empleo. Si está por encima, que es un sector que es más relevante en el PIB que en el empleo (es decir, es capital-intensivo) y a la inversa.
Por ejemplo, dentro de los servicios, el servicio doméstico explica el 7,4% del empleo pero menos del 1% del PIB. Es la actividad más intensiva en trabajo de toda la economía. En contraste, servicios como los inmobiliarios y profesionales dan cuenta de más del 11% del PIB pero menos del 8% del empleo.
Dentro de los bienes ocurre algo parecido. El petróleo y la minería dan cuenta de menos del 1% del empleo total, pero representan el 4,2% del PIB. En cambio, la construcción explica el 8% del empleo, pero no llega al 5% del PIB. Esta es una de las típicas ramas intensivas en trabajo.
Desde 1950, los servicios han ganado peso sostenidamente en el empleo de Argentina, a expensas del agro y la industria
A nivel mundial, en las últimas décadas se produjeron grandes cambios en la estructura sectorial del empleo. En el gráfico se puede ver cómo se dieron dichos cambios tanto en Argentina como en otros países en vías de desarrollo (como los de América Latina, África y Asia) y de industrialización tardía (como los del este asiático).
En Argentina, en 1950 los bienes explicaban el 56% del empleo y los servicios el 44%. Tanto el agro como la industria daban cuenta de alrededor de un 25% del empleo total cada uno. Durante la segunda mitad del siglo XX, el agro perdió relevancia en el empleo y hacia principios de la década de 1990 representaba menos del 10% del empleo total. Esta retracción se asoció a la pérdida de participación en el PIB y al aumento de la productividad (que redujo la mano de obra requerida por producto).
Por su parte, la industria manufacturera alcanzó un máximo de 27% de participación en el empleo en 1958 y, a partir de ese momento, comenzó un descenso sostenido. Esta retracción en el empleo contrasta con el desempeño económico del sector, el cual alcanzó un pico de participación en el PIB para mediados de la década de 1970. Esta divergencia se explica por la importancia creciente que tuvieron las ramas más capital-intensivas (como la siderurgia, la metalmecánica y la química) en las décadas de 1960 y 1970.
La fuerte suba del peso de los servicios en el empleo estuvo motorizada principalmente por los servicios empresariales y gubernamentales. Dentro de los primeros, se encuentran la información y comunicación, los servicios profesionales, científicos y técnicos y los servicios administrativos. Los servicios empresariales ganaron peso desde mediados de la década de 1970 y pasaron del 4% en 1974 al 10% en lo que va del siglo XXI. Esto se debe al impulso del cambio tecnológico y la creciente cantidad de graduados universitarios.
En tanto, los servicios gubernamentales ganaron peso desde fines de la década de 1950, pasando del 13% al 26% entre 1960 y 2018. Aquí se incluyen la administración pública, la salud y la educación. El creciente desarrollo de la infraestructura educativa y de salud, más el aumento de empleo en la administración pública y las fuerzas de seguridad explican esta tendencia.
Los bienes y servicios de media y alta intensidad en I+D explican menos del 10% del empleo en Argentina
Otra forma de analizar la estructura sectorial del empleo es ver qué tan relevantes son las ramas fabricantes de bienes y servicios de media y alta tecnología (como químicos, medicamentos, bienes de capital, equipos de transporte, software, etc.) en el total del empleo. La base “Trade in Employment” de la OCDE permite ver esto para el período 1995-2020 y para numerosos países, ya que cuenta con una mayor desagregación sectorial que la mayoría de las bases de datos existentes.
En Argentina, en 2019 (antes de la pandemia), los bienes y servicios intensivos en tecnología explicaron el 8,5% del empleo total. Esta cifra es similar a las de Brasil y Colombia y muy inferior al promedio de la OCDE (14,7%). Estos datos van en línea con los ya analizados para la estructura del PIB.
El peso de las ramas intensivas en tecnología en el empleo es menor que en el PIB (11,9%). Esto se debe a que son ramas de mayor productividad relativa que los bienes y servicios de menor intensidad tecnológica.
Los servicios profesionales y de enseñanza son las ramas que demandan mayor empleo calificado
Los sectores productivos varían mucho en cuanto a la calificación que demandan de sus trabajadores. En ramas como organismos extraterritoriales (embajadas), servicios profesionales, enseñanza, información y comunicaciones y salud, más del 60% del empleo es de calificación profesional o técnica (llamada alta calificación).
El grueso del empleo en los servicios profesionales está compuesto por personas que estudiaron carreras universitarias “tradicionales” como abogacía, contabilidad, ingeniería o arquitectura y trabajan proveyendo servicios de ese tipo a la sociedad. En el caso de la enseñanza, la mayoría del empleo se compone de docentes de los distintos niveles. En información y comunicación existe una alta predominancia de profesionales como periodistas y editores que trabajan en medios de comunicación o programadores que lo hacen en software. Por último, gran parte del empleo de salud se explica por personas que estudiaron medicina o enfermería.
Por lo general, todas estas ramas tienden a ser relativamente más relevantes en las estructuras productivas de los países desarrollados. Las mismas presentan mejores remuneraciones y niveles de formalidad que el promedio de la economía y, por tanto, menores niveles de pobreza en sus ocupados.
En el otro extremo se ubican las ramas con alta predominancia de empleo no calificado. Destaca aquí el servicio doméstico, en donde casi la totalidad del empleo es de baja calificación. Otras ramas en donde el empleo no calificado es muy relevante son alojamiento y gastronomía y agua y saneamiento (con más del 30% ambas). En este último caso, el empleo considerado de baja calificación es particularmente el asociado a recolección de residuos.
Existe una notable correlación entre el nivel de educación de los empleados y la calificación de los empleos que ocupan. Por ejemplo, los sectores de agua y saneamiento (que incluye a recolectores de residuos), la construcción y el servicio doméstico presentan los niveles educativos más bajos de la economía. Su escolaridad promedio es de 12 años. En contraste, los ámbitos de servicios profesionales, educación, salud y finanzas destacan por tener un nivel educativo promedio superior a los 16 años. Esto no es una coincidencia, ya que estas áreas suelen contar con una mayor cantidad de puestos calificados y predominan en regiones con un desarrollo económico más avanzado, donde la infraestructura educativa es más robusta.
Estructura productiva y género
La distribución de género en los empleos refleja en general las normas sociales, políticas y económicas de una estructura productiva. Estas influyen en las oportunidades laborales para hombres y mujeres. En Argentina, como en otros países, existen varios sectores marcadamente masculinizados o feminizados, en general producto de estereotipos que perpetúan desigualdades laborales. ¿Cuáles son los sectores más feminizados de la economía y cuáles los más masculinizados? ¿Qué cambios hubo en esta materia en las últimas décadas?
Los varones predominan en la producción de bienes, mientras que las mujeres se concentran más en los servicios
Existen grandes diferencias en la composición de género de los distintos sectores productivos. Por un lado, las ramas fabricantes de bienes están todas muy masculinizadas. El 71% de los ocupados industriales son varones, cifra que se eleva al 83% en electricidad, gas y agua. En el agro y pesca llega al 86%, petróleo y minería al 87% y la construcción al 95%.
En 2022, las mujeres representaron el 53% del empleo en el sector servicios, superando así a la presencia masculina. No obstante, dentro de los servicios hay grandes diferencias en la tasa de feminización. Hay ramas de amplio predominio femenino, como el servicio doméstico, en donde el 97% son mujeres. Algo similar, con menor intensidad, ocurre en la enseñanza (70% mujeres) y salud (68% mujeres).
Servicios como administración pública y defensa, finanzas, servicios personales y hoteles y restaurantes presentan una relativa paridad de género en la composición del empleo. En cambio, los servicios profesionales, particularmente el transporte, presentan una reducida participación femenina.
Casi todos los sectores productivos incrementaron su feminización desde mediados de la década de 1990
Desde 1996, 12 de 14 sectores productivos incrementaron el porcentaje de mujeres en el empleo. Estos datos corresponden solo al segmento asalariado registrado del sector privado, para los cuales se cuenta con información desde mediados de la década de 1990.
Mientras que en 1996 el 27% del total del empleo registrado en el sector privado era femenino, para 2022 esta cifra superó el 33%. Los aumentos más significativos en la participación femenina se observaron en sectores que, a mediados de la década de 1990, presentaban niveles de feminización medios-bajos (entre el 25% y el 40%). Por ejemplo, en el sector de hotelería y restaurantes, el porcentaje de mujeres aumentó del 34% al 47%. En finanzas y seguros, pasó del 37% al 49%. En comercio, fue del 28% al 35%. Finalmente, en servicios inmobiliarios, profesionales y empresariales, del 30% al 37%.
En contraste, en las ramas que ya estaban muy feminizadas en la década de 1990, como salud y enseñanza, no hubo mayores cambios. Por último, en las ramas altamente masculinizadas (como construcción, petróleo y minería, industria, agro o electricidad, gas y agua) los incrementos en la tasa de feminización fueron más leves que en la media de la economía.
La estructura productiva a nivel subnacional
En Argentina, la estructura productiva muestra una notable heterogeneidad regional, evidenciando su amplia diversidad geográfica, económica y social. La distribución desigual de las actividades productivas explica gran parte de las diferencias demográficas y de disparidades en la riqueza entre las distintas regiones argentinas. ¿Cómo son las estructuras productivas de las provincias? ¿Qué diferencias y similitudes hay entre los perfiles productivos de las diferentes regiones?
Las actividades extractivas ganan peso en el PIB de las provincias del sur, el agro en las del norte y la industria y los servicios modernos en las del centro
Las estructuras productivas de las distintas regiones del país son muy diferentes. Por esto mismo, se observa una diferencia en el peso de cada uno de los distintos sectores dependiendo de la provincia que se observe.
En las provincias del sur hay un gran protagonismo de actividades extractivas, que representan el 33% del PIB regional. Ello se explica porque todas las provincias patagónicas son productoras de hidrocarburos y porque la región es, desde hace décadas, la principal productora de hidrocarburos del país. A su vez, la minería también es muy relevante en Santa Cruz, la principal provincia minera del país en los últimos años. La pesca también es más relevante en el sur que en el resto del país, principalmente por la actividad pesquera en Chubut y Santa Cruz. En contraste, el agro es muy poco relevante en estas provincias, y el peso de la industria manufacturera es acotado y menor al del resto del país.
En las provincias del norte, el peso del agro en el PIB (13%) es más alto que en el resto del país. Esto muestra una fuerte especialización agropecuaria. El peso de servicios tradicionales como el comercio (18% del VAB) también es mayor que en la media nacional. Lo mismo ocurre con los servicios ligados al sector público, como administración pública y defensa, enseñanza y salud. Esto último se vincula con la baja densidad empresarial del norte, que hace que el sector privado sea menos pujante y, por tanto, tenga un menor peso en el PIB respecto a otras provincias. Para profundizar sobre la densidad empresarial argentina, se recomienda la lectura de esta nota sobre el tema.
Por último, en la región centro el peso en el PIB de la industria manufacturera y de servicios modernos es considerablemente mayor que en el resto del país. En efecto, en estas provincias se ubican los polos industriales más importantes, además de los servicios de finanzas, inmobiliarios, profesionales y empresariales. La concentración de estas actividades, consideradas de alta intensidad en I+D, explica que la región centro sea la de mayor complejidad y sofisticación productiva del país.
Dentro de cada región hay heterogeneidades relevantes en las estructuras productivas
Si bien hay denominadores comunes en las estructuras productivas de provincias de una misma región, también hay diferencias considerables. En el gráfico se puede seleccionar una región, para visualizar la desagregación del PIB por provincia. Esto permite comparar los perfiles productivos al interior de cada región.
Por ejemplo, en la región sur, producto del régimen de promoción industrial fueguino, la industria manufacturera explica el 29% de la producción de Tierra del Fuego. Sin embargo, la misma no llega al 10% en Neuquén y Santa Cruz. Del mismo modo, el sector de petróleo y minería da cuenta del 50% del PIB neuquino, pero no alcanza el 10% en Río Negro y Tierra del Fuego.
En la región norte, el agro explica más del 30% del PIB en Santiago del Estero. Mientras tanto, no llega al 5% en provincias como Catamarca y La Rioja. En el caso del petróleo y la minería, superan el 5% del PIB en provincias como Catamarca y Jujuy (principalmente por la minería). En contraste, es inferior al 1% en Chaco, Tucumán, Santiago del Estero, Corrientes, La Rioja, Misiones y Formosa.
La zona centro presenta heterogeneidades más marcadas aún. La industria es particularmente relevante en el PIB de Buenos Aires, San Luis y Santa Fe, en donde supera el 25%. En tanto, el agro supera el 15% del PIB en provincias como Córdoba, Entre Ríos y La Pampa. Por otro lado, en San Juan, llega al 5% y en CABA es marginal. En cambio, los servicios modernos son particularmente relevantes en CABA. Algo similar ocurre con las finanzas y los servicios inmobiliarios y profesionales dan cuenta respectivamente del 12% y el 23% del PIB de este distrito. En cambio, en la media de la región centro dichas cifras son de 5% y 14%.
Referencias
Notas
1. El VAB es una medida equivalente al PIB a precios básicos. La principal diferencia con el PIB a precios de mercado radica en que este incluye ciertos impuestos (como el Impuesto a los ingresos brutos, al Valor Agregado (IVA), derechos de exportación e importación).
2. Esta medición supone que no hay cambios en los precios relativos de los sectores, y sirve para medir el desempeño comparado en las cantidades producidas entre sectores. Si un sector gana (o pierde) peso en el PIB a precios constantes, ello significa que la variación de las cantidades producidas por ese sector es mayor (o menor) que el resto de la economía.
Bibliografía
Galindo-Rueda, F., y Verger, F. (2016). OECD taxonomy of economic activities based on R&D intensity. OECD/OCDE.
García Díaz F., Vega, D. y Álvarez, V., (2023). La distribución geográfica del valor agregado bruto de la Argentina entre 2004 y 2021, Estudios y Perspectivas-Oficina de la CEPAL en la Argentina, 56, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Cita sugerida
Schteingart, D., Sonzogni, P. y Pascuariello, G. (2024). Estructura productiva. Argendata. Fundar.