Los gases de efecto invernadero
Los GEI son necesarios para atrapar el calor en la atmósfera de la Tierra y mantener condiciones de habitabilidad para los seres humanos y otras especies. Sin embargo, el aumento en su concentración intensifica la captura de calor, lo que resulta en un incremento de las temperaturas globales. Para entender el calentamiento global debemos preguntarnos primero: ¿Cuáles son los GEI más relevantes? ¿Cómo evolucionó históricamente la emisión de GEI?
El dióxido de carbono es el GEI más relevante
Existen varios tipos de GEI. El más importante es por lejos el dióxido de carbono (CO2), que históricamente ha explicado más del 60% de las emisiones totales y en la actualidad da cuenta de más del 70%. Otros GEI relevantes son el metano (CH4), que desde 1850 ha oscilado entre el 20% y el 30% de las emisiones y el óxido nitroso (N2O), cuya participación ha sido siempre menor al 10%. Mientras que las emisiones de dióxido de carbono han estado mayormente impulsadas por el creciente consumo de energía en base a combustibles fósiles, las de metano y el óxido nitroso han estado asociadas al desarrollo de la actividad agropecuaria.
Otros GEI de menor importancia son los hidrofluorocarbonos (HFC), los perfluorocarbonos (PFC), el hexafluoruro de azufre (SF6) y los clorofluorocarbonos (CFC).
A nivel global, las emisiones de GEI comenzaron a crecer hacia 1850 pero se dispararon desde 1950
Desde mediados del siglo XIX, las emisiones de los tres principales gases de efecto invernadero han experimentado un crecimiento significativo, con un incremento particularmente notable a partir de 1950. En el periodo comprendido entre ese año y 2021, las emisiones combinadas de estos gases más que triplicaron los niveles pasando de 16.000 millones a casi 55.000 millones de toneladas de CO2 equivalente (o CO2eq)1.
Aunque el dióxido de carbono ha sido el principal contribuyente a este aumento, el metano y el óxido nitroso también han jugado un papel importante. Específicamente, las emisiones de óxido nitroso comenzaron a escalar significativamente a partir de 1940, impulsadas por la adopción masiva de fertilizantes en el sector agropecuario, constituyendo una de las fuentes principales de este gas de efecto invernadero.
La concentración de CO2 en la atmósfera se disparó desde 1950
La forma de medir la presencia de los GEI en la atmósfera es en partes por millón (ppm). Esta medida expresa la proporción de cada gas en relación con un millón de partes del conjunto. Por ejemplo, una concentración de 400 ppm de CO2 significa que hay 400 moléculas de CO2 por cada millón de moléculas en la atmósfera.
En el último millón de años, ha habido oscilaciones naturales de la concentración del CO2 en la atmósfera, en el rango entre 180 y 300 ppm. Sin embargo, es a partir del siglo XIX que se registra un aumento sostenido. Hacia 1950 se rompió la barrera de las 300 ppm y en la actualidad hemos alcanzado la marca de 420 ppm. La razón es la suba sostenida en las emisiones de GEI.
Además del aumento en la concentración de CO2, en las últimas décadas se ha observado un incremento en la presencia del CH4 y N2O. Aunque la concentración de estos gases en la atmósfera es menor que la del CO2, su importancia radica en su alta capacidad para retener calor en la atmósfera a corto plazo. Más allá de ello, su influencia en el calentamiento global disminuye a medida que se consideran períodos de tiempo más largos. Es por esta razón que el CO2 sigue siendo el principal impulsor del cambio climático a largo plazo.
La contribución de Argentina a las emisiones de GEIs
Combatir el cambio climático es un desafío que requiere de transformaciones profundas y grandes inversiones. Para ello, existen esquemas de coordinación y negociación internacional. Una discusión crucial en este marco es sobre la contribución histórica de los países a las emisiones globales. ¿Qué tan relevante es Argentina en las emisiones de gases de efecto invernadero? ¿Cómo se compara con otros países?
En 2021, Argentina aportó el 0,5% de las emisiones globales de CO2
Para dimensionar la relevancia de la contribución argentina, debemos compararla con la de otros países y regiones. En 2022, el 31% de las emisiones globales de CO2 provinieron de China, seguida por Estados Unidos (14%). Luego viene India (8%). Entre los tres, aportaron más de la mitad de las emisiones globales de ese gas.
Aunque no es el único gas que importa en materia de cambio climático, el CO2 representa más del 70% de las emisiones globales de GEI. Por esta diferencia de proporción, comparar las contribuciones de los países en las emisiones de este gas es un buen indicador (aunque imperfecto, como se ve aquí) de sus responsabilidades en relación al cambio climático.
Cada tonelada de CO2 cuenta a la hora de enfrentar el cambio climático. Por eso, el aporte de Argentina no es despreciable. Sin embargo, si se quiere evitar sobrepasar por mucho el 1,5°C de aumento de temperatura anual respecto a 1850-1900, como lo estipulan las metas del Acuerdo de París2, es imprescindible que los países y regiones que más emiten tomen acciones rápidas y contundentes.
En las emisiones acumuladas a lo largo de la historia, la contribución de los países desarrollados es mucho más importante
El cambio climático no solo se explica por las emisiones actuales, sino también por su acumulación en la atmósfera a lo largo del tiempo. Es por ello que, para analizar las responsabilidades detrás del avance del cambio climático, es crucial examinar tanto las emisiones actuales como las históricas. Al poner la lupa sobre esta contribución histórica al calentamiento global, se destaca el papel significativo de los países desarrollados, la mayoría de los cuales experimentaron procesos tempranos de industrialización, urbanización y alto consumo energético.
Así, cuando se toman las emisiones acumuladas de CO2, Estados Unidos pasa a ser el principal responsable, con el 24% del total acumulado. Lo siguen el conjunto del Reino Unido y los países que actualmente componen la Unión Europea (EU-27) (21%). China recién aparece tercera (15%). Por otro lado, mientras que países como el Reino Unido o Alemania emitieron en 2022 cerca del 0,9% y 1,8% del total global, su contribución histórica es del 4,4% y 5,3% respectivamente. El aporte histórico a las emisiones de todo Sudamérica es del 2,5%.
La diferencia entre “la foto” (emisiones actuales) y “la película” (responsabilidad en la concentración de emisiones) introduce consideraciones relevantes. Es importante que todos los países reduzcan sus emisiones de GEI, y sobre todo aquellos que más aportan a ellas en la actualidad. No obstante, los países que históricamente más han contribuido a las emisiones son los de mayores ingresos. Estos suelen poseer más recursos financieros y tecnológicos para hacer frente a las medidas de mitigación y adaptación. Por lo tanto, los tratados internacionales sobre el cambio climático han consensuado que deben colaborar con la reducción de emisiones del resto de los países. Así lo establecen el Acuerdo de París y los continuos debates en las Conferencias de las Partes.
De allí surge el concepto de “responsabilidades comunes pero diferenciadas”, establecido en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Además, y como se establece en el Acuerdo de París y se continúa debatiendo en las Conferencias de las Partes, los países que menos GEI han aportado deben recibir financiamiento y transferencias tecnológicas para adaptarse a los impactos del cambio climático y para mitigación, es decir, reducir las emisiones de sus economías. A esto se suma que en 2022 se consensuó que los países con menor responsabilidad en la acumulación de GEI en la atmósfera deben ser compensados por los daños y pérdidas causados por el cambio climático.
En 2022, Argentina ocupó el lugar 80 en el ranking de emisores de CO2 per cápita por país
Una variable relevante a la hora de analizar la responsabilidad sobre las emisiones entre países es la huella de carbono individual. Se calcula teniendo en cuenta las emisiones de CO2 per cápita por país. Esta métrica resulta útil en tanto “ajusta” las emisiones de cada nación en función de su población. Por ejemplo, un país como China, que encabeza la lista de emisores en términos absolutos en 2022, al ser evaluado en términos per cápita pasa a estar en el puesto 35. En cambio, Qatar, que es bastante irrelevante en emisiones absolutas, pasa a ser el de mayores emisiones per cápita del mundo.
En 2022, Argentina se encontraba 80 en el ranking de emisores de CO2 per cápita por país, una posición de “mitad de tabla”. Si bien las emisiones per cápita de Argentina fueron 9% menores a la media mundial, estuvieron por encima de casi todos los países latinoamericanos, con la excepción de Chile. Esto se explica por dos razones. Por un lado, el mayor desarrollo económico de Argentina frente a la región supone un mayor consumo de energía per cápita. En segundo orden, la matriz energética argentina es de mayores emisiones de carbono que la media regional, producto de la menor penetración relativa de energías limpias.
Las estadísticas de emisiones anuales de CO2 presentan limitaciones relevantes
Es importante resaltar tres limitaciones en las estadísticas presentadas de emisiones anuales de CO2.
Primero, no incluye las emisiones de otros GEI, como el metano y el óxido nitroso –gases principalmente vinculados a la actividad agrícola–, relevantes por su potencial de calentamiento. Este punto es particularmente importante en Argentina y otros países con gran peso del agro en sus emisiones.
Segundo, en las emisiones de cada país no se incluyen las correspondientes al transporte internacional (fundamentalmente aviones y barcos), que se computa como una categoría separada.
Tercero, la contabilidad de las emisiones de CO2 se realiza en base a un enfoque territorial y no por consumo. Esto implica que las emisiones se atribuyen al país en donde se producen los bienes y servicios que las generan, y no en donde se consumen. De esta forma, las emisiones asociadas a la producción de un kilo de carne en Argentina que se exporta a Chile, o de un celular en China que se exporta a Alemania, se le imputan a Argentina y China respectivamente.
El enfoque territorial es útil desde una perspectiva de política pública, en tanto cada país puede incidir sobre la forma en que se producen los bienes y servicios dentro de sus fronteras. No obstante, es una limitación a la hora de considerar cabalmente la dimensión de responsabilidad en las emisiones, muy vinculada a los consumos y al rol de cada país en la división internacional del trabajo3.
Los cuatro grandes rubros emisores
Reducir rápidamente las emisiones de GEI es un requisito clave para combatir el cambio climático. Para eso es fundamental conocer qué sectores las generan. En términos generales, podemos identificar cuatro grandes rubros emisores: energía; agricultura, ganadería, silvicultura y otros usos de la tierra (AGSyOUT); procesos industriales y uso de productos (PIUP); residuos. Cada país tiene una composición única de emisiones que refleja su realidad económica, social, productiva y cultural. ¿Cuál es el peso de cada uno de estos rubros en las emisiones de GEI? ¿Qué cambios ha habido a lo largo de las décadas?
Con el 73% de las emisiones totales, la energía es la principal causa del cambio climático
La producción, generación y consumo de energía explica el 73% de las emisiones globales. Esto es porque cerca del 80% de la generación de energía en el mundo se produce a partir de combustibles fósiles. Es por ello que la transición energética hacia fuentes de energía más limpias es el principal eje para mitigar el calentamiento global.
Las emisiones derivadas de la energía pueden descomponerse en distintos subsectores, entre los que destacan:
- Industrias manufactureras y de la construcción. Son las emisiones vinculadas a la demanda de energía de empresas industriales. Explica el 24,2% de las emisiones, y destacan particularmente ramas intensivas en consumo de energía, como la siderurgia, el aluminio o la industria química.
- Edificaciones. Incluye las emisiones producto de la climatización, iluminación, calentamiento de agua y uso de electrodomésticos en residencias, comercios y edificios institucionales. Explica el 17,5% de las emisiones.
- Transporte. Corresponde a las emisiones del transporte por carretera de vehículos particulares, camiones, colectivos y motos, transporte marítimo, aviación y ferrocarril. Representa el 16,2% de las emisiones globales.
- Industria de la energía. Incluye las emisiones de combustibles quemados por la propia extracción de combustibles o por las industrias de producción energética, como la producción de calor y electricidad, la refinación de petróleo y la fabricación de combustibles sólidos y otras industrias energéticas. Aporta el 7,8% de las emisiones.
- Emisiones fugitivas de la fabricación de combustibles. Incluye todas las emisiones intencionales y no intencionales emanadas de la extracción, el procesamiento, almacenamiento y transporte de combustible. Son generalmente fugas de metano y emisiones de CO2 que pueden provenir de tuberías averiadas, fugas no mitigadas, o quemas intencionales de gas (flaring). Representa el 5,8% de las emisiones.
- Agricultura, ganadería y pesca. Contempla las emisiones producto de la generación de energía para el funcionamiento de maquinaria utilizada en la actividad agropecuaria y pesquera. Da cuenta del 1,7% de las emisiones.
El agro explica casi un quinto de las emisiones globales
El sector de agricultura, ganadería, silvicultura y otros usos de la tierra (AGSyOUT) explica un 18% de las emisiones de GEI. Aquí se incluye principalmente la producción de alimentos, mediante la agricultura y la ganadería, y la deforestación. Los principales subsectores son:
- Tierras. Incluye a las emisiones y absorciones de GEI en tierras forestales, tierras de cultivo, pastizales, humedales y asentamientos. En esta categoría se contabilizan las emisiones de CO2 que genera la deforestación –al liberar el carbono almacenado en vegetación y suelos–, y el óxido nitroso que genera la agricultura en el proceso de fertilización. Da cuenta del 7,8% de las emisiones.
- Ganadería y manejo de estiércol. Corresponde a las emisiones de metano generadas por el proceso digestivo de los rumiantes, y las emisiones de metano y óxido nitroso producto de la descomposición del estiércol en condiciones de poco oxígeno. Representa el 5,8% de las emisiones totales.
- Quema de biomasa. Se incluyen las emisiones de óxido nitroso y metano provenientes de la quema de biomasa de tierras forestales, tierras de cultivo y pastizales. Aporta el 3,5% de las emisiones.
- Cultivo de arroz. El cultivo de arroz permanece inundado por un largo periodo, lo cual genera emisiones de metano por la descomposición anaeróbica de material orgánico. Explica el 1,3% de las emisiones.
Los procesos químicos derivados de procesos industriales explican un 5% de las emisiones
Aquí se incluyen las emisiones derivadas de procesos industriales y usos de ciertos productos que, cuando se transforman, generan emisiones. En particular, destacan:
- Industria de los minerales. Son las emisiones asociadas a la producción de cemento y cal.
- Industria de los metales. Se incluyen las emisiones correspondientes a la liberación de corrientes de CO2 en los procesos de producción de hierro y acero, aluminio, magnesio, plomo, y zinc, entre otros.
- Industria química y petroquímica. Incluye los GEI que se generan como subproductos de los procesos químicos.
La descomposición de residuos explica el 3% de las emisiones
Este es el cuarto sector que explica las emisiones y puede ser desagregado en dos.
- Residuos sólidos. Son las emisiones de metano producto de la descomposición de residuos en ambientes con poco oxígeno.
- Aguas residuales. Las emisiones de metano y óxido nitroso que genera la descomposición anaeróbica de materia orgánica durante el tratamiento de las aguas residuales.
¿Cómo evolucionó históricamente la contribución de cada sector a las emisiones?
Cuando se analiza la serie de largo plazo de las emisiones por sector a nivel global, se observa que la energía pasó de representar el 9% de las emisiones totales en 1850, al 65% en 20144. Dicha magnitud continuó aumentando en el pasado reciente. Contrariamente, el sector AGSyOUT pasó de representar el 88% en 1850 al 21% en 2014.
Este cambio drástico en la contribución relativa de uno y otro sector obedece a las grandes transformaciones derivadas de la Revolución Industrial. Desde entonces, el crecimiento económico supuso un incremento exponencial del consumo de energía. La pérdida de participación relativa del sector agropecuario va en línea con su retroceso en la participación en el PIB global derivado del crecimiento de la urbanización producto de la industrialización y posterior servificación de la economía. A su vez, la creciente relevancia de la energía en las emisiones también explica por qué el dióxido de carbono ha ido ganando cada vez más importancia dentro de las emisiones totales frente al metano o el óxido nitroso.
Las emisiones en Argentina
Argentina, al igual que numerosos países alrededor del mundo, ha asumido compromisos internacionales enfocados en la reducción de sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), contribuyendo así a la lucha global contra el cambio climático. Para lograr una disminución efectiva de estas emisiones, es fundamental contar con un diagnóstico preciso sobre la situación actual del país en relación con los GEI. ¿Cuáles son los sectores que contribuyen en mayor medida a la generación de emisiones? ¿De qué manera han evolucionado las emisiones de Argentina a lo largo del tiempo? ¿Qué diferencias hay a nivel subnacional?
La energía y el agro explican el 90% de las emisiones de Argentina
En Argentina, las emisiones netas totales de 2018 se estimaron en 365 millones de toneladas de CO2 equivalente (MtCO2). Su composición fue 51% proveniente del sector energía, 39% del sector de Agricultura, Ganadería, Silvicultura y otros usos de la tierra (AGSyOUT), 6% de Procesos industriales y uso de productos (PIUP) y 4% de Residuos.
En Argentina, el agro tiene un mayor peso relativo en las emisiones que a nivel global
La composición argentina contrasta con la global. Mientras que en la media mundial las emisiones provenientes de la energía son aproximadamente tres cuartas de las totales, en Argentina las emisiones del sector energía son solo la mitad. La explicación se encuentra en que el sector agropecuario tiene un mayor peso relativo, dado por su protagonismo en la estructura productiva.
Esta particularidad argentina se da también en Brasil, Paraguay y Uruguay. Son todos países en donde la participación del agro en el PIB es mayor que la media mundial. En 2022, el agro (junto con silvicultura y pesca) dio cuenta del 4,3% del PIB global, en tanto que en Argentina dicha cifra fue del 6,6%, en Brasil del 5,8%, en Uruguay del 7% y en Paraguay del 10,9%.
La trayectoria reciente de las emisiones argentinas se explica principalmente por el bajo dinamismo económico
Al observar la trayectoria de emisiones de Argentina entre los años 1990 y 2018, notamos que han ido en aumento, a una tasa de 1,2% anual. Sin embargo, pueden identificarse dos subperíodos: uno entre 1990 y 2007, con un sostenido aumento en las emisiones a una tasa del 2,8% anual, y una disminución entre 2008 y 2018, del 1% anual. En este último período, si bien se implementaron algunas medidas de mitigación, como la Ley de Bosques o la incorporación de fuentes renovables, la reducción de las emisiones se explica principalmente por el bajo dinamismo económico experimentado por nuestro país.
Las emisiones ligadas a la energía, procesos industriales y residuos correlacionan con el ciclo económico, pero no así las del agro
A nivel desagregado, los sectores energía, procesos industriales y residuos responden en mayor medida al crecimiento poblacional y a las condiciones económicas. Por su parte, el sector agropecuario presenta un componente más complejo relacionado con la dinámica del uso del suelo. Esto a su vez se vincula con los precios internacionales, las políticas del sector (económicas y ambientales, principalmente), las condiciones climáticas y los patrones de deforestación de los bosques nativos.
Las emisiones del sector energía han seguido la tendencia del PIB
Desde 1990 las emisiones del sector energía crecieron al 2,4% anual acumulado, alcanzando un máximo en 2016. Más allá de la tendencia creciente, se observa una clara correlación con la tendencia del PIB, es decir, con el ciclo económico. Se ven caídas marcadas en años de recesión tales como 1998-2002, 2014 y 2019, y subas en períodos de crecimiento tales como 1991-1998 y 2002-2011. Esto ocurre fundamentalmente porque las empresas demandan más energía para producir cuando hay mayor actividad económica.
Un dato relevante es que a partir de 2016 se observa una leve disminución de las emisiones del sector energía. En parte se debe al aumento de la participación de las fuentes renovables en la generación eléctrica de la red. También se puede atribuir al aumento en la participación del gas natural en la generación eléctrica de centrales térmicas en desmedro de combustibles en base al petróleo.
En el año 2018 el 32% de las emisiones energéticas correspondió al consumo de industrias de la energía, el 27% al transporte, el 18% al consumo de industrias manufactureras y de la construcción, el 17% al sector residencial, comercial y del agro, y el 6% restante a las emisiones fugitivas provenientes de la producción de combustibles fósiles.
Producto de una menor deforestación, desde 2007 las emisiones del sector agropecuario se han reducido
Desde 1990, las emisiones del sector agropecuario se redujeron al 0,2% anual. No obstante, hay dos tendencias contrapuestas: hasta 2007 las emisiones crecieron sostenidamente y luego se redujeron de manera acelerada. Un factor muy relevante detrás de esta tendencia es la sanción de la Ley de Bosques en 2007 (Ley N.º 26331), que generó la disminución de la pérdida de bosque nativo (Figueroa y Gutiérrez, 2018). Como se observa en el gráfico, el subsector “tierras” (que contempla la deforestación) es el que tuvo mayor incidencia en la disminución de las emisiones totales del sector.
En 2018 el 40% de las emisiones netas correspondieron a la ganadería, y el 27% a la categoría de tierras (tierras forestales, de cultivo y pastizales). Un 34% adicional lo explican fuentes de emisión que no son de CO2 en la tierra. Entre ellas se encuentran la quema de biomasa, las emisiones directas e indirectas de oxido nitroso (N2O) de suelos gestionados, y el cultivo de arroz.
Las emisiones derivadas de procesos industriales muestran una tendencia creciente desde 1990
Al igual que en el sector energía, el sector procesos industriales y uso de productos (PIUP) presenta una tendencia creciente de las emisiones de GEI desde 1990, aumentando a razón del 3,3% anual durante el período. Se observa el impacto de los ciclos económicos, que son muy claros en la producción manufacturera, y en particular en la cementera y la siderúrgica, que son relevantes en este tipo de emisiones. Esto explica por qué se registran caídas en años tales como 1998-2002, 2009, 2012 o 2016, todos de contracción económica.
A diferencia del sector energía, en la serie de PIUP en su conjunto, no se visualiza tan claramente la desaceleración económica que tiene lugar en el país desde el año 2011. Esto se debe al creciente peso dentro del sector de PIUP de la categoría “otros”, que incluye mayormente a las emisiones por el uso de productos sustitutos de las “sustancias agotadoras de la capa de ozono” (SAO)5.
En el año 2018 la industria de minerales constituyó el 36% de las emisiones del sector, mientras que la industria de los metales representó un 29%, la industria química un 12%, y el remanente “otros” (sustitutos de SAO y uso de productos no energéticos) el 23%.
Las emisiones del sector residuos se rigen por el crecimiento de la población
El sector residuos presenta una tendencia creciente de las emisiones de GEI, con un crecimiento anual del 1,5% entre 1990-2018. El principal impulsor de esta trayectoria es el crecimiento demográfico, con el consecuente aumento de la generación de desechos y aguas residuales. La única caída observada se produce durante el período 2007-2011 debido a la implementación de proyectos de quema del metano generado en rellenos sanitarios, que redujeron las emisiones provenientes de la categoría de residuos sólidos urbanos.
La composición de las emisiones de las provincias está influenciada por sus estructuras productivas
Las jurisdicciones en donde el sector energía tiene mayor peso dan cuenta de una estructura productiva más diversificada, como es el caso de la Provincia de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. Por el contrario, aquellas provincias con menor diversificación, en donde la actividad agropecuaria es la mayor protagonista, muestran una mayor proporción de las emisiones provenientes del sector agropecuario, como Chaco o Santiago del Estero.
Las emisiones de las provincias se correlacionan con su nivel de PIB per cápita
La correlación entre el PIB per cápita y GEI per cápita de las provincias se asocia a la vinculación entre el nivel de ingreso y el consumo energético. Las provincias con mayores niveles de PIB por habitante suelen poseer un mayor desarrollo de actividades productivas, lo que implica un mayor consumo de energía per cápita. La misma se satisface mayoritariamente con combustibles fósiles, sin ser compensada por medidas de eficiencia energética. Por lo tanto, la mayor demanda energética en las provincias más ricas termina generando mayores emisiones de GEI.
Sin embargo, esta correlación se ve afectada por la composición de la estructura productiva y la asignación de las emisiones al lugar donde se producen y no donde se consumen. En provincias donde el sector agropecuario tiene un peso significativo, las emisiones elevadas no están necesariamente asociadas a un alto consumo energético sino que reflejan la importancia de los GEI del sector AGSyOUT. En consecuencia, provincias como La Pampa, con una participación del 91,6% del sector AGSyOUT en su inventario de GEI, muestra niveles de emisión elevados para su ingreso per cápita. A su vez, en jurisdicciones con economías orientadas a los servicios (que suelen ser actividades menos intensivas en energía), el nivel de emisiones es menor al esperable dado su nivel de ingresos. Tal es el caso de CABA.
Las relativamente bajas emisiones de CABA también se explican porque la contabilización habitual de las emisiones de GEI se realiza según un enfoque territorial en lugar de uno basado en el consumo. Esto supone que las emisiones no reflejan el consumo energético final de la población, sino el asociado a las actividades productivas que se desempeñan en dicho territorio.
Cabe destacar el caso de provincias como Misiones y Corrientes, con emisiones netas negativas producto de las absorciones en la categoría “Tierras” de sus inventarios, asociadas principalmente a sus ecosistemas de bosques y humedales.
Referencias
Notas
1. A fines de poder considerar todos los gases en conjunto, se utiliza el concepto de “CO2 equivalente” como una unidad de medida que expresa el potencial de calentamiento global de los demás gases en comparación con el CO2.
2. El Acuerdo de París es el principal tratado internacional sobre cambio climático, y sus objetivos principales son tres. El primero, mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 °C con respecto a los niveles preindustriales, reconociendo que ello reduciría considerablemente los riesgos y los efectos del cambio climático. Luego, aumentar la capacidad de adaptación a los efectos adversos del cambio climático y promover la resiliencia al clima y un desarrollo con bajas emisiones de GEI, de un modo que no comprometa la producción de alimentos. Por último, situar los flujos financieros en un nivel compatible con una trayectoria que conduzca a un desarrollo resiliente al clima y con bajas emisiones de GEI.
3. Esta dificultad ha motivado la implementación de diferentes aranceles y/o barreras comerciales con criterios ambientales, lo que tendría implicancias relevantes para Argentina, como discuten Gutman y Carlino (2017).
4. Si bien existe una base de datos más actualizada y desagregada por países, no fue incluida en la presente entrada porque no utiliza la metodología del IPCC para las categorías de fuentes de emisión y tiene desactualizados los datos de Argentina.
5. En 1989 se firmó un acuerdo internacional –el Protocolo de Montreal– diseñado para proteger la capa de ozono mediante la sustitución de los clorofluorocarbonos y halones presentes en aerosoles y refrigerantes por otros compuestos sustitutos, como los hidroclorofluorocarbonos (HCFC) y los hidrofluorocarbonos (HFC). No obstante, estos compuestos contribuyen al calentamiento global y tienen, de hecho, un potencial de calentamiento significativo.
Bibliografía
Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (2015). Acuerdo de París.
Figueroa, L. M., y Gutiérrez, R. A. (2018). Enfrentados por el ambiente: incidencia de las coaliciones sociedad-estado en la protección de bosques nativos. En “Construir el ambiente: sociedad, estado y políticas ambientales en Argentina”. Editorial Teseo.
Gutman, V. y Carlino, H. (2017). Comercio internacional y cambio climático: desafíos y oportunidades para la Argentina en un escenario restringido en carbono. Comisión Nacional de Comercio Exterior.
Jones, M. W., Peters, G. P., Gasser, T., Andrew, R. M., Schwingshackl, C., Güttschow, J., Houghton, R. A., Friedlingstein, P., Pongratz, J., y Le Quéré, C. (2023). National contributions to climate change due to historical emissions of carbon dioxide, methane, and nitrous oxide since 1850. Scientific Data, 10(1), 155.
Marchini, T. (2022). El efecto invernadero. Clima. El Gato y la Caja.
Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la República Argentina (2021). Cuarto Informe Bienal de Actualización de Argentina a la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC).
Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la República Argentina (2022). Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero.
Cita sugerida
Aneise, A. J., Möhle, E. y Schteingart, D. (2024). Emisiones de gases de efecto invernadero. Argendata. Fundar.