Definiciones
La productividad es una medida de la eficiencia con la que se producen bienes y servicios. Se suele calcular como la proporción del output (producción) generado por una unidad de input (por ejemplo, personas ocupadas, horas de trabajo, capital empleado, etc.). Puede ser medida a diferentes niveles:
- Productividad del trabajo: la producción por ocupado o por hora trabajada.
- Productividad del capital: la producción por unidad de capital invertido.
- Productividad total de los factores: considera la combinación de todos los inputs productivos.
Es un indicador clave del desempeño económico de una empresa, sector o economía entera y es esencial para el crecimiento económico. A mayor productividad, más producción con los mismos recursos, lo que puede traducirse en mayor riqueza y bienestar.
La estructura productiva de una economía influye en su nivel de productividad general, ya que diferentes sectores tienen distintos potenciales de productividad. Los sectores intensivos en uso de maquinarias, tecnologías, conocimientos y empleo calificado suelen tener mayores niveles de productividad que aquellos intensivos en trabajo poco calificado o que no requieren grandes tecnologías para operar.
La importancia de la productividad radica en su impacto directo sobre la competitividad, los salarios reales y el nivel de vida de la población. Las economías con mayor productividad suelen ser de mayores salarios que aquellas con baja productividad. A la vez, una alta productividad permite ser competitivo sin necesidad de tener salarios bajos para ello. Por esto, las políticas de desarrollo productivo suelen tener como objetivos la mejora de la productividad de los distintos sectores productivos y el desarrollo de aquellos que son de mayor productividad relativa.
¿Cómo se ubica Argentina en productividad en relación a otros países? ¿Cómo evolucionó históricamente la productividad argentina? ¿Cuáles son los sectores productivos de mayor y menor productividad?
Argentina es un país de productividad intermedia a nivel mundial
En 2019, Argentina ocupó el puesto 72 sobre 177 países en el ranking de productividad medida como PIB por ocupado. Esta posición es bastante similar a la registrada en el PIB per cápita a paridad de poder adquisitivo (71 sobre 194 países en 2019). Esto no sorprende dado que hay una estrecha correlación entre el PIB per cápita y el PIB por ocupado.
No es casualidad que países como Irlanda, Qatar, Noruega o Estados Unidos estén entre los de mayor productividad, ya que también se encuentran entre los de mayor PIB per cápita. A la inversa, países de África Subsahariana como Burundi o República Centroafricana están entre los de menor productividad del mundo. Como referencia, en 2019 el PIB por ocupado de Irlanda fue 4,4 veces mayor al de Argentina y 113 veces mayor al de Burundi.
Dentro de Sudamérica, Argentina es el segundo país de mayor PIB por ocupado, sólo por detrás de Chile. Comparado con Colombia, la productividad argentina es 44% superior, con Brasil un 46% y con Perú un 100%.
La posición de Argentina a nivel mundial y regional mejora cuando miramos la productividad en términos de PIB por hora trabajada. En 2019, el país fue el mejor ubicado de América Latina, levemente por encima de Uruguay y por arriba de Chile. Esto ocurre porque, comparado con otros países de la región y la media mundial, en Argentina la cantidad de horas trabajadas al año promedio por persona ocupada es relativamente más baja.
La productividad argentina ha estado estancada en los últimos 50 años
Desde mediados de la década de 1970 Argentina no consigue sostener un sendero de crecimiento de la productividad. El fenómeno es producto primero de la alta volatilidad macroeconómica y la consecuente debilidad de la inversión. A esto se suman la desarticulación productiva y la desindustrialización –la industria es un gran impulsor de las subas de productividad.
En el gráfico se puede ver el desempeño de la productividad de Argentina y otros países. En 2019 el PIB por ocupado de Argentina fue inferior al promedio de la década de 1970. En todo el período, sólo hubo momentos puntuales de incrementos de la productividad (1991-1997 y 2003-2011), precedidos y sucedidos por episodios de fuerte contracción.
Si se mira la productividad por hora, el desempeño argentino es un poco más alentador. Allí se ve que, desde 1974, creció alrededor de un 20%. Esto se debe a que la cantidad de horas trabajadas creció más lentamente que la cantidad de personas ocupadas, lo cual implica una reducción de las jornadas laborales promedio desde entonces.
Es interesante destacar que otros países de la región, como Brasil y México también han tenido un muy pobre desempeño de la productividad en las últimas décadas. Desde 1980, el PIB por ocupado en Brasil apenas trepó 4%, mientras que en México cayó 10%. Por el contrario, Chile tuvo un desempeño bastante más dinámico y, en la última década, logró superar por primera vez a Argentina. No obstante, tal dinamismo queda opacado por lo ocurrido en China, país que entre 1980 y 2019 multiplicó su productividad casi por 7 veces.
El petróleo y la minería son las ramas de mayor productividad de la economía argentina
Existe una gran dispersión de productividades al interior del aparato productivo argentino, fenómeno que en la literatura se conoce como “heterogeneidad estructural”. Ello se refleja por ejemplo en que la brecha de productividad (medida por PIB por ocupado) entre el servicio doméstico y el sector petrolero-minero es de casi 100 veces. Esto ocurre porque, como se ve en el gráfico, la productividad del sector petrolero-minero es más de 8 veces superior a la media de la economía. Por su lado, la del servicio doméstico es menos de un décimo del promedio.
La muy alta productividad del sector petrolero-minero se debe a su elevada intensidad de capital. La producción petrolera y minera se da en grandes yacimientos y suelen realizarla grandes empresas. Estas invierten muy cuantiosas cifras en infraestructura y maquinarias de distinto tipo para poder operar. Si bien estas ramas son de muy alta productividad relativa –algo que se plasma en que pagan los mejores salarios de la economía argentina—, debe tenerse en cuenta que son actividades que tienen otro tipo de problemas. Algunos de estos son:
- El carácter finito de los recursos que extraen (no renovables),
- Los potenciales impactos ambientales,
- Sus efectos negativos en el cambio climático (en el caso de los hidrocarburos),
- La alta volatilidad de los precios de los minerales y los hidrocarburos,
- La desconexión de estos yacimientos del resto del entramado productivo, lo que se conoce como economías de enclave –que sucede en muchos países.
Otras ramas de alta productividad relativa son la pesca, las finanzas, la industria manufacturera, los servicios profesionales y el agro. En cambio, los servicios comunitarios y personales, la construcción, la gastronomía y la hotelería tienden a ser de menor PIB por puesto de trabajo. Estas ramas por lo general tienen un mayor porcentaje de empleo no calificado que las demás.
Una mención aparte merecen servicios gubernamentales como la enseñanza, la salud o la administración pública y defensa. Por lo general tienen un menor PIB por puesto de trabajo que la media. Esto en parte obedece a que no se generan excedentes (que, al igual que los salarios, forman parte del valor agregado, es decir, del PIB), más que a una baja productividad intrínseca. En efecto, son servicios que requieren mano de obra relativamente calificada.
Debe tenerse en cuenta que varias de las ramas de baja productividad relativa mencionadas, presentan un elevado valor social que no necesariamente se refleja en el valor monetario. Así sucede con las tareas de cuidados (como en el servicio doméstico, en los servicios comunitarios y personales o salud) y la transmisión de conocimientos (enseñanza). Es por ello que la métrica de productividad sectorial, entendida como valor agregado por ocupado, es por sí sola insuficiente para mensurar el aporte que cada actividad productiva hace al bienestar general.
A pesar de ello, hay consenso en que una de las claves de la mejora de la calidad de vida de la población de un país es el incremento de la productividad de los distintos sectores. Particularmente, se destaca la relevancia del fomento de aquellos sectores que tengan mayor capacidad de inducir aumentos de productividad en el resto del entramado productivo. Las ramas más complejas de la industria manufacturera (como la industria química y farmacéutica o la de maquinarias y equipos) y los servicios de alta calificación tienden a correr con ventaja en ello.
Las menores brechas de productividad con los países desarrollados se dan en los sectores primarios
Los países se especializan en los sectores en donde tienen una mayor productividad relativa frente a sus competidores (y no en base a su productividad absoluta). Por ejemplo, si, comparado con otros países, un país es relativamente más eficiente en producir vino que en fabricar coches, probablemente se especializará en la viticultura.
Esto no significa que sea el mejor del mundo produciendo vino, pero sí que tiene una ventaja comparativa en comparación con lo bien que produce otras cosas y cómo otros países producen vino. Esta especialización basada en la productividad relativa ayuda a los países a competir en el mercado global de manera más efectiva.
En el gráfico anterior se compara la productividad de los distintos sectores productivos en la OCDE frente a los de Argentina. Un valor de 100 supone que la productividad de ese sector en la OCDE es igual que en Argentina. Uno de 200 supone que es el doble en la OCDE que en Argentina, y así sucesivamente. Como se ve, la productividad absoluta de los países de la OCDE es mayor que la de Argentina en todos los sectores productivos. No obstante, las brechas difieren bastante según el sector. Son particularmente muy altas en ramas no transables como servicio doméstico y construcción (más de 6 veces) y bastante menores en ramas transables como petróleo y minería o agro y pesca (menos de 2 veces).
No es casualidad que los productos en donde Argentina tiene ventajas comparativas provengan por lo general de estos sectores. En contraposición, tampoco es casualidad que a Argentina le cueste más construir ventajas comparativas en productos industriales, donde la brecha de productividad con la OCDE es de 3,5 veces. Es decir, si bien, como se vio anteriormente, la productividad absoluta de la industria argentina es mayor que la del agro, en términos relativos a otros países el agro argentino está mejor posicionado y ello ayuda a explicar la especialización en bienes producidos por este sector.