Conceptos básicos
La inflación es el aumento de precios generalizado en el tiempo. No puede considerarse inflación un incremento puntual y aislado en el tiempo de la mayor parte de los precios de la economía. Tampoco se considera inflación un aumento sostenido en unos pocos bienes y servicios de la economía, mientras los otros se mantienen relativamente estables.
¿Cómo se mide la inflación?
La inflación se mide habitualmente a través del Índice de Precios al Consumidor (IPC), que calcula la variación de precios de un conjunto de bienes y servicios representativos consumidos por los hogares durante un período de tiempo. Ejemplos de estos bienes y servicios son los alimentos, la ropa, los alquileres, la electricidad, los medicamentos, las cuotas de los colegios, los electrodomésticos o los paquetes turísticos, entre muchos otros.
El IPC se obtiene recopilando precios de estos bienes y servicios en diversas regiones del país y ponderándolos según su importancia en la canasta de consumo de los hogares. Cuando el IPC varía de manera positiva, decimos que hay inflación. En cambio, cuando lo hace de manera negativa, decimos que hay deflación.
No debe confundirse la baja o desaceleración de la inflación con la deflación. Si la inflación baja (por ejemplo, pasando del 10% al 5% anual) no significa que los precios se reduzcan sino que su variación en el período actual es menor a la del período anterior. Así, la aceleración (o desaceleración) de los precios es equivalente al aumento (o disminución) de la inflación.
La evolución de la inflación en Argentina
Entender la inflación en Argentina requiere analizar su evolución en términos históricos y comparativos contra otros países. ¿Cómo evolucionó la inflación argentina a lo largo del tiempo? ¿Cómo ha sido la evolución de la inflación en nuestro país comparando contra el resto del mundo y de la región?
Argentina convive con la inflación desde la década de 1940
La representación gráfica de la inflación puede adoptarse de diversas formas, especialmente cuando existe una amplia gama de fluctuaciones. El primer gráfico, que incorpora una escala desde valores negativos hasta el extremo de 5000%, permite identificar claramente sólo los episodios de hiperinflación ocurridos en ciertos años de la historia argentina. Los períodos de inflación moderada, sin embargo, resultan indistinguibles. En contraposición, el segundo gráfico utiliza una escala limitada al 300%, lo que mejora la visualización de los años con inflaciones menos severas. Sin embargo, esto provoca que los picos de inflación extremadamente alta excedan el límite de la escala y no se visualicen adecuadamente.
Hasta la década de 1940, la inflación no fue un problema crónico de la economía argentina. Es a partir de allí que, con la excepción del período de la Convertibilidad (1991-2001), Argentina no ha tenido estabilidad prolongada de precios.
A lo largo de todos estos años, el país atravesó diferentes regímenes inflacionarios: de la inflación “crónica” (es decir persistente pero estable) de los cuarentas, cincuentas y sesentas, pasó a un régimen de alta inflación e hiperinflación (procesos explosivos) durante los setentas y ochentas, para luego alcanzar la estabilidad de precios durante los noventas e ingresar nuevamente en un régimen de inflación crónica a partir de la década del 2000.
En el período 1935-1944 la inflación anual promedio era del 3,5%. Entre 1945 y 1955, la media pasó a ser del 20,3%. Durante las siguientes dos décadas, la tasa de inflación prácticamente nunca bajó de los dos dígitos, con picos en los años en los que se verifican devaluaciones de la moneda (tocando un máximo para este período en 1959).
A partir de 1975, el proceso inflacionario se intensificó y la inflación se ubicó en niveles de tres dígitos anuales. En 1989 y 1990 Argentina atravesó dos episodios de hiperinflación (con tasas de inflación anual que llegan al 4924% y 1344% respectivamente). Esto motivó un cambio de rumbo en la política económica. Tras la adopción del Plan de Convertibilidad en marzo de 1991, la inflación anual descendió abruptamente y se mantuvo en valores de un dígito (o incluso negativos) durante 9 años seguidos.
En 2002 se abandonó la Convertibilidad y se devaluó la moneda, generando una aceleración inflacionaria transitoria, llevando la tasa de inflación al 41% anual en ese año. Inmediatamente la inflación descendió a menos del 4% en 2003, pero desde 2004 en adelante, Argentina comenzó a experimentar una suba sostenida en la inflación, que llegó al 211% anual durante 2023.
En los últimos 15 años, la inflación en Argentina fue de las más altas del mundo
A contramano de lo que ocurre en el resto del mundo, en donde el 86% de los países tuvo inflación de un dígito promedio entre 2007-2022, Argentina se ubicó en el puesto 5 sobre 196 países en el ranking de inflación promedio de la última década y media.
Dentro de los países con mayor inflación sobresalen Sudán, Zimbabwe y Venezuela con 70,8% , 133,2% y 8547,7% respectivamente (no se muestra Venezuela para facilitar la lectura del gráfico). En tanto, países como China, Estados Unidos, Reino Unido o Brasil registraron inflaciones bajas y de un dígito en prácticamente todos los años.
Desde 2002, la inflación se aceleró en Argentina, a contramano de la mayoría de los países
La tendencia creciente de la inflación en Argentina no ha seguido la norma a nivel mundial, en donde se mantuvo en niveles bajos. La única excepción fueron los años 2021 y 2022, cuando en casi todos los países del mundo se observó una elevación de la tasa de inflación a niveles de los que no había registro desde las décadas de 1970 y 1980.
Entre las razones de tal aceleración a nivel global destacan el impacto de las restricciones a la movilidad (asociados a la pandemia del COVID-19) y el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania (que incrementaron el precio de los alimentos y los combustibles). No obstante, pasados tales shocks, en 2023 se observó una clara desaceleración de la inflación, a contramano de lo que ocurre en nuestro país.
La trayectoria inflacionaria de Argentina en las últimas décadas ha sido muy diferente a la del resto de los países latinoamericanos
Hasta la década de 1990, una tasa de inflación más elevada que las internacionales era la norma en América Latina. Pero a diferencia de lo que ha ocurrido en Argentina, desde la década del 2000 la región no ha vuelto a sufrir los efectos de una inflación elevada.
La estabilidad de precios observada durante las últimas dos décadas es algo relativamente novedoso para América Latina. En el gráfico anterior se puede observar cómo se comparaba la región contra economías de mayores ingresos, durante los últimos 40 años. Dado que las hiperinflaciones alteran fuertemente los promedios regionales, se optó por utilizar la mediana.
En el gráfico se observa que desde 1982, la mediana de inflación anual de los países desarrollados fue siempre inferior al 10%. Desde 1992 la mediana es inferior al 3% y desde 2013 al 2%. Esto se modifica durante 2022, cuando la mediana ascendió al 7,7%, producto de las ya mencionadas presiones inflacionarias derivadas la pandemia asociada al COVID-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania, que generó severos cuellos de botella en la oferta global de energía y alimentos.
La inflación en América Latina exhibió una trayectoria descendente a partir de la década de 1990. En la región se alcanzaron tasas de un dígito en 1997, 15 años después que el mundo desarrollado, y ha tendido a converger con éste en lo que va del siglo XXI.
La dinámica inflacionaria de los países latinoamericanos contrasta con la de Argentina, que si bien logró situar la tasa de inflación en niveles de un dígito en 1992, desde 2007 en adelante ha vuelto a niveles de dos dígitos y, desde 2023, de tres.
La composición del IPC
La inflación se calcula a partir de la variación del Índice de Precios al Consumidor (IPC). El mismo se construye a partir de las pautas de consumo de la población, las cuales varían en el tiempo y en el espacio. Tales pautas se conocen a partir de encuestas de gastos de los hogares. En Argentina, el IPC se calcula tomando como base la estructura de consumos de la población que surge de la Encuesta Nacional de Gasto de los Hogares (ENGHO) de 2004-2005 del INDEC. Esta se verá pronto actualizada a partir del procesamiento de la ENGHO realizada en 2017-2018. ¿Cuáles son los rubros más importantes en el IPC? ¿Cómo evolucionó dicha importancia en el tiempo? ¿Qué diferencias existen a nivel regional?
Los alimentos son el rubro más importante del IPC en Argentina
En Argentina, los alimentos y las bebidas no alcohólicas explican el 26,9% del IPC1. Se cuentan aquí productos para consumir en el hogar, como carnes, verduras, frutas, panificados, golosinas y gaseosas, entre otros (no se incluye el gasto en restaurantes, que se computa aparte).
En segundo lugar aparece Transporte, que pondera un 11% en el IPC. Aquí se incluyen tanto bienes como la adquisición de vehículos y sus repuestos, como servicios de transporte público (pasajes en colectivo, tren, subte o avión). Otros rubros relevantes son Prendas de vestir y calzado (9,9%) y Vivienda y sus servicios (9,4%). En este último caso se incluyen los alquileres, servicios públicos como electricidad, gas y agua, y bienes como materiales de construcción.
Veamos cómo funciona la ponderación en la práctica. Imaginemos que ningún rubro tiene variaciones de precios y que solo los alimentos trepan 10%. En este caso, el IPC en su conjunto crecería 2,69%. Si solo subiera transporte un 10% y los demás rubros no, entonces el IPC en su conjunto subiría 1,1%. Llevando el caso al extremo, si tuviéramos un producto que sube mucho pero que es irrelevante en la canasta (por ejemplo, el kiwi), entonces el impacto en el IPC sería mínimo. A la inversa, si un producto subiera relativamente menos pero es importante en la canasta (como la carne vacuna o la nafta), su impacto en el IPC sería apreciable.
En las últimas décadas, el peso de los alimentos en los gastos de los hogares ha disminuido
Los patrones de consumo de la población se modifican a lo largo del tiempo, producto de razones tecnológicas, culturales, demográficas y económicas.
En Argentina, los alimentos y las bebidas no alcohólicas pasaron de explicar el 28,8% del gasto de los hogares en 1996-1997 al 22,6% en 2017-2018. Cuando se actualice metodológicamente el IPC (tomando las pautas de consumo de 2017-2018), los alimentos tendrán un peso menor que el que tienen actualmente. En contraste, en las últimas décadas ganaron peso rubros como vivienda, transporte y comunicaciones.
Estos cambios en la estructura del consumo se deben a varios factores. Por un lado, la suba del poder adquisitivo del período habilitó consumos en rubros “no esenciales”, como el transporte propio. Por otro lado, desde la década de 1990 hubo cambios tecnológicos que masificaron ciertos consumos, como celulares e internet (razón que explica por qué subió sostenidamente el peso de comunicaciones). En tanto, el rubro de vivienda ganó protagonismo fruto del mayor porcentaje de inquilinos en la población total y el mayor gasto en servicios públicos como electricidad, gas y agua.
El peso de los alimentos en el IPC tiende a ser mayor en las regiones más pobres
Si bien habitualmente se presenta la inflación de modo agregado en base a una canasta representativa del conjunto de la población, lo cierto es que existen importantes diferencias en los patrones de consumo de los distintos habitantes. Variables como el ingreso, la edad, el género o la región pueden implicar diferencias básicas entre dos consumidores.
El INDEC habitualmente publica datos de inflación por región. Si bien los precios de los bienes y servicios no siempre se mueven igual en todo el territorio nacional, las diferencias existentes en los hábitos de consumo de las distintas regiones hace que la suba de un determinado rubro no afecte por igual a la población de una región respecto a la de otra.
Como rasgo general, se observa que el peso de los alimentos en el IPC tiende a ser mayor en las regiones más pobres. Eso explica por qué en el Noreste (NEA) y en el Noroeste (NOA) ronda el 35%, mientras que en el Gran Buenos Aires (GBA) –que incluye a CABA– es inferior al 25%. Algo similar ocurre a nivel internacional: en los países desarrollados el peso de los alimentos en el IPC es mucho menor que en los países pobres.
Precios relativos
Los precios relativos se refieren a la relación entre el precio de un bien o servicio específico y el precio de otro bien o servicio dentro de una economía. La variación de estos precios no es homogénea, sino que pueden modificarse con cierta independencia los unos de los otros. Los precios relativos son de gran importancia en la economía, ya que orientan las decisiones de inversión, producción y consumo y, por tanto, inciden en la oferta y en la demanda. ¿Cómo evolucionaron los precios relativos de los distintos bienes y servicios en Argentina?
Desde la década de 1940, hubo grandes cambios en los precios relativos
Los precios relativos han mostrado grandes oscilaciones en las últimas décadas. Por ejemplo, como se ve en el gráfico anterior, entre 1947 y mediados de la década de 1960 los precios relativos del rubro Vivienda cayeron sostenidamente. Esto se explica por la política económica, que tendió a regular el precio de alquileres y servicios públicos, mientras el resto de los bienes y servicios crecía.
Algo similar ocurrió entre 2002-2015 y 2019-2023, principalmente en torno a la electricidad, el gas y el agua. En cambio, en períodos como la década de 1990 o entre 2015-2019, el precio relativo del rubro Vivienda creció considerablemente. En el primer caso, tras la privatización de servicios públicos, se garantizó a las empresas una evolución favorable de precios. La expectativa era que esto derivara en una mayor inversión. En tanto, entre 2015-2019, la inflación del rubro Vivienda fue mayor al resto de los bienes y servicios. Esa fue una consecuencia de la reducción de subsidios a los servicios públicos con vistas a reducir el déficit fiscal.
Si bien la serie arranca recién en 1974, algo medianamente similar se observa en el rubro Transporte y comunicaciones. Allí, los precios están en parte incididos por el valor del transporte público, que en buena medida está determinado por los subsidios estatales. Tras la salida de la convertibilidad, subió muy por debajo de la inflación promedio. Esto hizo que los precios relativos de este capítulo del IPC cayeran 44%.
Una mención aparte merece Indumentaria y calzado, que desde 1974 ha sido el rubro de mayores bajas en los precios relativos. Estas bajas se produjeron mayormente en períodos de apertura comercial y apreciación del tipo de cambio real, como la de la segunda mitad de la década de 1970 y durante la década de 1990. En esos años, la entrada de productos importados redujo notablemente los precios locales de estos productos, aunque a costa de desplazar la industria local. Tras la salida de la Convertibilidad, los precios de indumentaria y calzado subieron por encima de la media. Esto se explica porque otros rubros estuvieron muy regulados, como los servicios públicos, y en parte también porque hubo mayores restricciones a las importaciones en ciertos períodos. La excepción se ve durante el período 2015-2019, también de apertura.
Salud y Educación están entre los capítulos del IPC que más subieron sus precios relativos desde 1974. Ello se produjo mayormente durante la década de 1990, cuando los bienes se abarataron mucho más que los servicios, producto de la apertura comercial y la apreciación del tipo de cambio real.
En tanto, los alimentos tuvieron una trayectoria más estable en los precios relativos en el largo plazo. No obstante, desde la salida de la convertibilidad subieron por encima de la media. Dicha suba se produjo mayormente cuando se incrementaron los precios internacionales de los alimentos (2003-2011, 2021-2022) o cuando hubo devaluaciones de la moneda (2002, 2018-2019, 2023), lo que tuvo impacto en los precios domésticos.
En la última década, los precios relativos de los bienes y servicios regulados fueron muy volátiles
Las políticas económicas han sido muy oscilantes en la última década. Esto fue debido a los cambios de gobierno a fines de 2015, 2019 y 2023, cada cual con orientaciones muy diferentes en su mirada económica. Uno de los aspectos en donde se plasmó tal diferencia de miradas son los bienes y servicios regulados. Los mismos son una serie de ítems del IPC en donde el gobierno suele tener injerencia directa en los precios. Pueden contarse aquí servicios públicos como la electricidad, el gas, el agua o el transporte público, las prepagas, las telecomunicaciones o la nafta.
Tomando datos de CABA, cuyo IPC cuenta con una alta desagregación, puede observarse un gran penduleo en los precios relativos en electricidad, gas y agua. Se ve que subieron sostenidamente entre 2015-2019 (producto de quita de subsidios para reducir el déficit fiscal), pero luego se redujeron entre 2019-2022 (con la búsqueda de contener aumentos del IPC, aun a expensas de las cuentas públicas).
En el caso del transporte público por carretera (colectivos), los precios relativos fueron medianamente estables entre 2013 y 2019. Luego se abarataron sostenidamente, producto de subsidios crecientes. Algo similar puede decirse de las naftas (que se cuentan dentro de “Funcionamiento de equipos de transporte personal”) e internet (que se cuenta dentro de “Información y comunicación”). Vale destacar que aquí también incidieron menores autorizaciones de aumentos a empresas.
Referencias
Notas
1. El cálculo de este porcentaje se realiza a diciembre de 2016, que es cuando inicia la serie. Este porcentaje va evolucionando con los precios relativos. Si los precios de los alimentos suben igual que el resto del IPC, entonces este porcentaje se mantiene estable; si suben por encima, tiende a crecer en el tiempo, y viceversa.
Cita sugerida
Libman, E., Salles, A., Schteingart, D. y Zack, G. (2024). Inflación. Argendata. Fundar.