Conceptos básicos
¿Qué diferencia hay entre entre “pobreza” y “desigualdad”?
Pese a que los términos “pobreza” y “desigualdad” aluden ambos a problemas sociales y es común que aparezcan juntos en discursos y documentos, son conceptualmente distintos. Mientras que la idea de desigualdad implica la comparación de alguna variable entre personas o grupos, la definición más extendida de pobreza involucra una comparación contra algún umbral o valor fijo. Si el ingreso es distinto entre dos personas se dice que hay desigualdad, mientras que si el ingreso de alguna de ellas (o de ambas) es inferior al umbral de la línea de pobreza, se afirma que hay pobreza. En otros términos, mientras que la desigualdad analiza la dimensión de lo relativo, la pobreza lo hace en la de lo absoluto.
¿Qué dimensiones de la desigualdad podemos medir?
La desigualdad económica es un fenómeno complejo que se puede medir a partir de muchas dimensiones. Las más frecuentes son:
- Desigualdad de ingresos. Refiere a la diferencia en la distribución del ingreso entre individuos o grupos dentro de una sociedad, donde algunos acumulan más recursos que otros.
- Desigualdad de consumo. Mide las diferencias en la cantidad y calidad de bienes y servicios consumidos entre personas o grupos.
- Desigualdades educativas. Refiere a las diferencias en el acceso y la calidad de la educación entre distintos individuos y grupos.
- Desigualdades de acceso a servicios básicos. Trata sobre las disparidades en la disponibilidad y calidad de servicios esenciales como infraestructura, saneamiento, electricidad o salud, entre otras.
- Desigualdades regionales. Aborda las diferencias en calidad de vida entre diversas áreas geográficas de un país o entre países.
- Desigualdades de género. Se enfocan en las diferencias de derechos, de oportunidades, de ingresos, de nivel educativo promedio alcanzado y de acceso al mercado laboral entre hombres, mujeres y diversidades.
¿Cuáles son los indicadores más usados para medir desigualdad?
Hay diversos indicadores de desigualdad. Muchas métricas refieren a brechas como cuántas veces más de algo (ingresos, educación, acceso a servicios, etc.) tiene un grupo respecto a otro. Estas métricas pueden indicar, por ejemplo, cuánto más ingreso percibe el 10% más rico en comparación con el 10% más pobre, o las diferencias en acceso a educación entre zonas urbanas y rurales.
Otro indicador ampliamente utilizado es el coeficiente de Gini, que suele usarse para medir las disparidades de ingreso y consumo en una sociedad. Este índice varía de 0 a 100, donde 0 representa una perfecta igualdad y 100 una desigualdad total.
Otras métricas se enfocan en qué porción de un recurso (por ejemplo, el PIB o la riqueza total) controla un grupo determinado frente a otros, ofreciendo una vista sobre la concentración de recursos y oportunidades. Dentro de este tipo de métricas, una común es qué porcentaje del PIB se apropian los asalariados.
Desigualdad de ingresos
Monitorear los cambios en la distribución del ingreso a lo largo del tiempo es fundamental en todo diagnóstico de la realidad social y de la evolución de la pobreza.
La principal metodología que permite mediciones consistentes de la desigualdad de ingresos en Argentina desde hace varias décadas está basada en los microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC. Pese a que sufren el problema de la subdeclaración de ingresos –particularmente en la población más pudiente–, el patrón temporal de la desigualdad que revelan es una aproximación bastante razonable a la realidad de la dinámica distributiva. ¿Qué tan grandes son las brechas de ingresos en Argentina? ¿Cómo han evolucionado esas brechas históricamente?
Existen enormes brechas de ingresos entre estratos socioeconómicos
El gráfico muestra dos formas distintas de medir la desigualdad, pero ambas llegan a la misma conclusión: las brechas de ingresos entre los diferentes estratos socioeconómicos en Argentina son profundas.
La primera forma (“Datos EPH”) toma los datos tal cual provienen de la EPH, es decir, sin incluir ajustes por subdeclaración de ingresos. Muestra que, en 2022, el 10% más pobre (decil 1) recibió sólo el 1,9% del ingreso nacional, el 10% más rico (decil 10) percibe el 31%. Esto es una diferencia de 16 veces.
La segunda forma (que en el gráfico se ve como “Datos ajustados”) incluye ajustes por subdeclaración de ingresos, tomando en cuenta otras fuentes estadísticas además de la EPH. Entre estas se incluyen los registros administrativos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), del Ministerio de Trabajo, de AFIP, del presupuesto nacional y de los principales programas sociales nacionales.
Bajo esta metodología alternativa, las brechas de ingresos se magnifican. Esto ocurre porque la subdeclaración de ingresos en la EPH tiende a ser mayor en los hogares más ricos. Según estimaciones del CEDLAS, las participaciones serían de 1,7% en el decil 1 y 42,9% en el decil 10, lo que da una brecha de 25 veces. Si consideramos los percentiles 1 y 100 (el 1% más pobre y el 1% más rico), la brecha se amplía a 434 veces. Se cree que las brechas reales son aún superiores, pero no pueden ser estimadas con precisión por falta de información.
La desigualdad de ingresos se encuentra hoy en niveles superiores a los de hace 50 años
La desigualdad de ingresos se mide habitualmente a través del coeficiente de Gini, que varía entre 0 (plena igualdad) y 100 (desigualdad total). En Argentina, esta métrica ha fluctuado significativamente en Argentina a lo largo de las últimas cinco décadas. Se destacan los picos alcanzados en las dos crisis económicas más severas: la hiperinflación en 1989 y la de 2001-2002. Luego se observa una progresiva reducción en la década del 2000, coincidente con un mejor escenario internacional, crecimiento económico sostenido y la extensión del sistema de protección social. Finalmente, desde hace casi una década la desigualdad alcanzó una meseta con leves fluctuaciones. Los niveles de desigualdad actuales son semejantes a los del retorno democrático de la década de 1980 y superiores a los de hace 50 años.
Argentina no ha logrado consolidar mejoras en la distribución del ingreso desde hace más de una década
Tras una sostenida reducción durante la década de los 2000, la brecha de ingresos entre el 10% más rico (decil 10) y el 10% más pobre (decil 1) no ha cambiado significativamente a lo largo de la última década. Desde 2013, no ha existido un patrón claro de tendencia hacia el aumento o hacia la reducción sostenida de la desigualdad. La desigualdad aumentó en el pico de la pandemia, pero la brecha de ingresos volvió a sus niveles anteriores en poco tiempo.
La desigualdad argentina en el contexto mundial
Comparar los niveles y tendencias de la desigualdad entre países es una tarea metodológicamente compleja, dificultada por la inexistencia de lineamientos internacionales de medición a los que se ajusten los países. Pese a estas limitaciones, existen esfuerzos de armonización de comparaciones con un nivel de confianza razonable. ¿Cómo es la desigualdad de Argentina comparada contra la de otros países? ¿Cómo ha evolucionado la desigualdad argentina comparada con la del resto de la región?
Argentina es un país de desigualdad baja en América Latina e intermedia a nivel mundial
La desigualdad monetaria en Argentina es intermedia a nivel internacional. Argentina es menos desigual que casi todos los países de América Latina y África subsahariana, y algunos de Asia. Por otro lado, es más desigual que la mayoría de los países de Europa del Este y Asia Central, el norte de África y Medio Oriente, y varios de Asia. La desigualdad en Argentina es también mayor a la de casi todos los países desarrollados. La desigualdad argentina es, junto con la de Uruguay, relativamente baja comparada con otros países de América Latina, región caracterizada por una alta desigualdad.
Debe tenerse en cuenta que el gráfico anterior muestra la desigualdad del consumo per cápita y no la del ingreso per cápita, como se hizo anteriormente. Esto se debe a que en la mayoría de los países de África y Asia, en donde hay una parte importante de la población rural que produce para autoconsumo, las encuestas relevan consumo más que ingresos.
Como el resto de los países de la región, Argentina presenta “exceso” de desigualdad
El nivel de desigualdad captado con datos de encuestas de hogares está asociado al nivel de desarrollo. Los países más desarrollados suelen tener niveles de desigualdad más bajos, como consecuencia de la posibilidad de hacer políticas redistributivas más ambiciosas, entre muchos otros factores. Ahora bien, para un nivel de desarrollo dado, hay países con diferentes grados de desigualdad. En el caso de Argentina, y del resto de los países de América Latina, el nivel de desigualdad (reflejado en el eje vertical) es más alto que el valor predicho de acuerdo con su nivel de desarrollo (reflejado en el eje horizontal). A este fenómeno se lo conoce como “exceso de desigualdad”. En el gráfico eso se refleja en que todos los países latinoamericanos se encuentran por encima de la curva, que muestra el valor promedio de la desigualdad dado un nivel de desarrollo determinado.
En términos generales, la evolución de la desigualdad en Argentina ha sido similar a la de América Latina, pero con fluctuaciones más fuertes
A grandes rasgos, la evolución de la desigualdad en Argentina ha sido semejante a la del resto de América Latina (y a la del resto del mundo en desarrollo). Desde la década de 1990 hasta la del 2010, pasando por los 2000, se observa respectivamente: aumento, caída y estancamiento.
Sin embargo, los cambios en Argentina han sido de mayor magnitud que en el promedio de la región. El aumento en la década de 1990 es más pronunciado y la caída en la del 2000 es algo más fuerte. Tomando la evolución desde 1980 hasta la actualidad, se observa que el desempeño de Argentina fue peor que el del resto de América Latina. Esto se refleja en que la brecha de desigualdad del resto de América Latina con Argentina se ha acortado significativamente: de más de 9 puntos del Gini en la década de 1980 a menos de 4 puntos en la actualidad.
Desigualdad laboral
Para la mayoría de las personas el trabajo es la principal fuente de ingresos. Es por ello que las brechas en el mercado laboral explican gran parte de la desigualdad total. Estas brechas entre trabajadores se manifiestan en muchas dimensiones: ingresos, horas trabajadas, salarios horarios, tasas de empleo y calidad de empleo, entre otras. ¿Qué diferencias y similitudes hay entre la evolución de la desigualdad laboral y la desigualdad general? ¿Qué factores explican la desigualdad laboral?
La desigualdad está estrechamente asociada a lo que ocurre con los ingresos laborales
Se conoce como desigualdad “general” a la desigualdad en el ingreso familiar per cápita entre todas las personas del país. Su patrón temporal es muy similar al patrón de la desigualdad de los ingresos laborales. Esa similitud se debe en parte a que el trabajo es la principal fuente de ingresos en el agregado de la economía, especialmente al medir ingresos con encuestas de hogares. Como se ve en el gráfico, la desigualdad laboral está hoy a niveles ligeramente superiores a los de tres décadas atrás.
La desigualdad general y la laboral han tendido a converger desde mediados de los 2010. Esto se debe al peso creciente de los subsidios de programas sociales en los ingresos totales, en un contexto de estancamiento económico (y recesión durante la pandemia).
La desigualdad laboral está muy vinculada a la brecha salarial entre trabajadores calificados y no calificados
Los ingresos laborales difieren entre los trabajadores por muchas razones. Una razón fundamental es su nivel de calificación. La brecha salarial entre trabajadores calificados y no calificados es un indicador que refleja la desigualdad laboral. El Gini del ingreso laboral ha evolucionado en el tiempo de forma semejante a esa brecha salarial.
La brecha aumentó en la década de 1990, caracterizada por reformas económicas estructurales. Esta suba de la desigualdad laboral se produjo porque la caída en la demanda de trabajo no calificado fue más pronunciada que la de trabajo calificado. Luego se redujo en la década del 2000 debido al efecto del crecimiento económico, precios internacionales favorables y políticas laborales activas. Finalmente, aunque con leves fluctuaciones, se observa un estancamiento en la década de 2010. El nivel de esa brecha (o “retorno” a la calificación) se encuentra hoy en valores ligeramente superiores a los de hace tres décadas.
La persistencia de la desigualdad laboral se debe en parte a la amplitud de las brechas de empleo y de horas trabajadas
Además de ser afectada por la dinámica salarial, la desigualdad laboral también depende de las brechas en el empleo y las horas trabajadas. El término “brechas de empleo” designa las diferencias existentes entre la tasa de empleo de adultos calificados –es decir, el porcentaje de adultos calificados que tienen empleo– y la de no calificados. Más allá de las fluctuaciones en el tiempo, las brechas de empleo se han mantenido en niveles altos desde hace décadas. En las últimas tres décadas, la tasa de empleo de los adultos calificados fue en promedio 19 puntos porcentuales más alta que la de los no calificados. Estos datos no revelan ninguna tendencia clara de cambio que se pueda dilucidar para el largo plazo. La mayor brecha se dio en 2019 (20,9 p.p.) y la menor en 2023 (16,1 p.p.).
La evolución de la brecha de horas trabajadas (diferencia entre las horas semanales trabajadas) entre estos dos grupos resulta aún más marcada. Mientras que en 1992 un trabajador calificado trabajaba en promedio 5,2 horas semanales menos que uno calificado, en 2023 lo hacía 0,8 horas más. Dado que los trabajadores calificados tienen un mayor salario por hora, esta reversión de tendencia aumentó la desigualdad laboral.
Si bien aquí nos hemos centrado en las diferencias al interior de los ocupados, otra forma de ver las desigualdades es comparando qué porción del ingreso se lleva el conjunto de los asalariados y cuánto el resto (por ejemplo, el capital). Para entender mejor este punto, se recomienda leer esta nota.
Brechas educativas y desigualdad
Las brechas educativas (diferencias en logros educativos entre las personas) son un componente fundamental de la desigualdad de ingresos. Acortar esas brechas no es una condición suficiente, pero sí absolutamente necesaria para una sociedad más equitativa. ¿De qué magnitud son las diferencias de ingresos entre las personas de mayor nivel educativo respecto al resto? ¿Cómo han evolucionado las brechas de acceso a la educación en el tiempo?
Las brechas educativas son un determinante fundamental de las diferencias de ingreso
Los ingresos de las personas y, en consecuencia, la desigualdad en la distribución del ingreso, dependen de innumerables factores. La educación es uno de los más trascendentes. El ingreso laboral individual crece a medida que una persona tiene más años de educación. La relación no es lineal, sino convexa. Esto implica que para niveles educativos bajos (por ejemplo, menos que secundaria completa) el ingreso aumenta apenas ligeramente ante un año de educación adicional. En cambio, para niveles educativos más altos, un año adicional de educación está asociado a un aumento de ingreso considerable.
Esta relación se debe a que no existen tantas personas que logran alcanzar un número alto de años de educación. Por lo tanto, son perfiles más especializados y con un alto grado de diferenciación, lo que permite aumentos salariales proporcionalmente más altos. La incidencia no lineal de los niveles de educación en los ingresos de las personas no es una particularidad del mercado laboral argentino, sino que se verifica a nivel mundial.
En promedio, en Argentina, una persona con secundaria completa (12 años de escolarización) tiene un ingreso 56% superior al de una persona con primaria completa (7 años). Para una persona con algunos años de posgrado el “premio” salarial es de más de 450% superior que el de una persona con primaria completa.
La brecha en años de educación se ha reducido muy poco en las últimas cuatro décadas
Los años de educación han crecido a lo largo del tiempo en todos los estratos de ingresos. Dado que el aumento fue parejo, la brecha educativa no se ha modificado significativamente. En el quintil más pobre (quintil 1), los años promedio de educación crecieron desde 6,7 en 1986 a 10 en la actualidad. En el quintil más rico el aumento fue de 11,7 a 14,2, por lo que la brecha entre quintiles apenas se redujo desde 4,9 en 1986 a 4,3 en la actualidad. Estos (modestos) avances hacia la reducción de brechas en años de educación deben ser puestos en el contexto de la evidencia que sugiere dificultades vinculadas con la calidad educativa, en especial entre los más vulnerables.
Se han producido avances graduales hacia la igualdad de oportunidades educativas en términos de acceso
La igualdad de oportunidades en el plano educativo es clave para que una sociedad tenga mayor movilidad socioeconómica, es decir, para que las personas puedan mejorar su situación económica y social, independientemente de su origen o condiciones iniciales. Para conocer más sobre la movilidad socioeconómica en Argentina, se recomienda la lectura de esta nota.
La medición del grado de igualdad de oportunidades es una tarea compleja. El Índice de Oportunidades Educativas (IOE) es un indicador simple de igualdad de oportunidades educativas que mide el grado en que las variables de entorno familiar (ingreso y educación de los padres) dan cuenta del avance escolar de los niños y jóvenes. En una sociedad con oportunidades desiguales, las variables que son parte de ese contexto son importantes para explicar el progreso escolar del niño y, por lo tanto, el índice sería cercano a cero.
En Argentina, el grado de igualdad de oportunidades en acceso a la educación es casi pleno entre los niños (cercano a 1), debido a que el grado de escolaridad primaria es casi universal y se reduce de manera significativa entre los jóvenes de 13 a 19 años y todavía más entre los de 20 a 25 años. Históricamente, el grado de igualdad de oportunidades se redujo en la década de 1990, y ha venido aumentando lentamente desde entonces.
Desigualdad regional
La desigualdad territorial es un componente importante de la desigualdad total. Primero, los espacios político-geográficos difieren entre sí en sus ingresos medios. Por ejemplo, existen importantes diferencias en los ingresos entre las provincias de la zona centro y sur del país respecto a las del norte. ¿Cómo evolucionaron las desigualdades de ingresos entre regiones en Argentina?
Las brechas de ingresos familiares entre las regiones se han reducido en la última década
Las regiones argentinas presentan muchas heterogeneidades. Entre ellas, las regiones difieren en sus niveles de ingreso medio en los hogares. Sin embargo, estas brechas regionales de ingreso se han reducido en la última década.
El gráfico anterior muestra dos medidas de las brechas de ingreso entre regiones. La primera es el coeficiente de variación del ingreso promedio entre todas las regiones (medida en el eje izquierdo), y la segunda es la brecha de ingresos entre el Gran Buenos Aires (GBA) y el NEA (medida en el eje derecho). En ambos, un valor más alto supone una mayor desigualdad.
El coeficiente de variación de los ingresos medios de cada región creció de 0,265 en 1992 a 0,330 en 2008, para luego iniciar una fase descendente hasta alcanzar el valor 0,222 en 2023. En la misma línea, las brechas de ingreso medio entre casi todas las regiones también se han acortado. Por ejemplo, mientras que en 1992 la brecha de ingreso medio entre el GBA y el NEA era 1,8 (es decir, el ingreso per cápita del GBA era 80% superior al del NEA), en 2023 se redujo a 1,4.
La reducción de las brechas regionales responde en parte a diferencias en la dinámica salarial y en parte al aumento de la relevancia de las transferencias estatales, mayor en regiones de mayor pobreza e informalidad.
Demografía y desigualdad
La demografía también incide en la desigualdad. Se destacan dos factores demográficos. El primero es el tamaño de la familia, que afecta en el corto plazo el ingreso disponible para cada miembro, y en el largo tiene repercusiones distributivas difíciles de cuantificar. El segundo concepto es el emparejamiento selectivo, que evalúa hasta qué punto las parejas se forman entre individuos de condiciones socioeconómicas similares. Este fenómeno es relevante en la consolidación de las desigualdades sociales.
La brecha en el número de niños por hogar se ha ido reduciendo en las últimas décadas
El gráfico ilustra el número promedio de niños por hogar en el quintil 5 (20% más rico) y en el quintil 1 (20% más pobre de la población). Como se ve, la línea del quintil 5 está siempre por debajo de la del quintil 1. Esto significa que el número de niños por hogar es siempre menor a medida que crece el ingreso parental. En otros términos, las parejas con menores recursos tienen en promedio más hijos que aquellas de mayores ingresos.
Ahora bien, la brecha entre las dos líneas se ha ido acortando notablemente a lo largo del tiempo en Argentina. Esto se produjo producto de que la cantidad de hijos por hogar se redujo más rápidamente en los más pobres que en los más ricos. Así, en 2022 la brecha alcanzó el valor más bajo de toda la serie.
El grado de emparejamiento selectivo educativo es alto, pero se viene reduciendo ligeramente
Las personas no forman pareja aleatoriamente. Por el contrario, tienden a convivir y formar familia con personas de su mismo nivel educativo y estrato social, lo cual refuerza las desigualdades iniciales. A este fenómeno se lo conoce como “emparejamiento selectivo” y puede medirse de muchas formas. La más sencilla (y también entonces la que tiene más limitaciones) es a través del grado de correlación de los años de educación de los miembros de la pareja. Mientras más cercano a 1 es este índice, más elevado es el emparejamiento selectivo.
Como se ve en el gráfico, en Argentina, este indicador de emparejamiento reconoce dos ciclos: un gradual aumento desde 1980 hasta mediados de la década del 2000, y una lenta pero progresiva reducción desde entonces. De cualquier forma, el nivel actual de emparejamiento selectivo está aún ligeramente por encima del de principios de la década de 1980.
Desigualdad de género
Si bien Argentina ha experimentado avances significativos hacia la equidad de género, aún existen brechas profundas entre varones y mujeres. Sobre todo, persisten algunas brechas en el mercado laboral, a pesar de que las mujeres en promedio ya han alcanzado niveles educativos semejantes (o incluso superiores) al de los varones. ¿Cómo evolucionaron las desigualdades de ingresos entre varones y mujeres? ¿Qué ocurrió con las brechas en la participación laboral entre mujeres y varones?
La brecha de género por ingresos no se ha reducido en las últimas décadas
El ingreso horario de las mujeres es en promedio inferior al de los varones. Utilizando datos de la EPH esa brecha en el ingreso en 2021 era de 25%.
Estos datos se obtienen luego de controlar por características observables. Esto último significa que, en promedio, en 2021 mujeres con características observables semejantes a los varones (como por ejemplo nivel educativo, edad y región de residencia) tenían ingresos horarios 25% inferiores. Esa diferencia puede responder a discriminación o a características diferenciales entre varones y mujeres no captadas en la EPH.
En contraste con otros avances en materia de equidad de género, la brecha de ingresos no muestra signos de reducción. Luego de permanecer en valores aproximadamente constantes entre 2004 y 2018, la brecha aumentó y alcanzó el valor más alto de la serie en 2021.
Luego de un largo período de estancamiento, la participación laboral de las mujeres viene creciendo fuertemente
La participación laboral de las mujeres es sustancialmente menor que la de los varones. Mientras que el 94% de los varones entre 25 y 59 años pertenece a la población económicamente activa, el porcentaje cae a 74% para las mujeres (año 2023). La participación laboral es especialmente baja entre las mujeres de baja educación: 58%. Esta brecha se explica en gran medida porque las mujeres destinan mucho más tiempo al cuidado de otras personas y al trabajo doméstico no remunerado.
En las últimas dos décadas se observan dos patrones diferentes en la participación laboral femenina: estancamiento entre 2003 y 2015 y aumento desde 2016 en adelante, sólo interrumpido por la pandemia. La suba de la participación laboral femenina puede obedecer a diversas causas. Por un lado, la crisis económica y la caída en los ingresos reales que motivan la búsqueda de ingresos adicionales para sostener niveles mínimos de consumo. Por otro lado, desde 2014 se viene observando una caída pronunciada en la tasa de fecundidad, que pasó de 2,33 hijos por mujer en dicho año a 1,36 en 2022. Este importante cambio demográfico podría estar incrementando los tiempos disponibles para el trabajo pago fuera del hogar.
Aún persisten grandes brechas en la cantidad de horas trabajadas remuneradas entre varones y mujeres
Las brechas entre mujeres y varones no se dan solamente en la participación laboral. Aun en el caso de las mujeres que trabajan por una remuneración, hay una gran diferencia con los varones en la cantidad de horas trabajadas: 30 horas contra 39, respectivamente. La desigual distribución de las tareas de cuidados de personas y del trabajo doméstico no remunerado es el principal factor explicativo de ello. Este fenómeno es particularmente relevante, dado que el diferencial de ingresos laborales se vuelve todavía más pronunciado cuando consideramos el ingreso laboral mensual en lugar del ingreso laboral horario.
Las brechas en las horas trabajadas han retrocedido paulatina pero sostenidamente desde 2003, cuando era de 12 horas. Esto se explica principalmente por la reducción de las horas trabajadas de los varones en simultáneo a una relativa estabilidad en las mujeres.
Si te interesa profundizar todavía más en las desigualdades de género en Argentina, te recomendamos consultar el Índice de Género, Trabajo e Ingresos (IGTI) de Fundar.
Vivienda y servicios
Las desigualdades económicas se manifiestan también en el acceso a una vivienda digna y a los servicios básicos asociados, como agua potable, combustible, electricidad y saneamiento. La limitación de la EPH de no captar áreas rurales es relevante en este tema, dado que el acceso a ciertos servicios es mucho más limitado en esas zonas. Los censos, en cambio, tienen cobertura nacional total, pero no permiten un monitoreo de más corto plazo. ¿Cómo evolucionaron las brechas de acceso a la vivienda y sus servicios?
Las brechas en las tasas de propiedad de la vivienda se han ensanchado en la última década
En promedio, los hogares de mayores recursos tienden a ser propietarios de las viviendas que habitan en mayor proporción que los hogares más pobres. Con fluctuaciones, esa brecha se mantuvo en alrededor de 11 puntos hasta 2013. A partir de ese año, la brecha fue creciendo hasta alcanzar 18 puntos en 2021. El aumento de la brecha fue el resultado de un aumento sostenido de la propiedad entre los hogares de mayores ingresos y un estancamiento (con fluctuaciones) entre los más pobres. En 2021, la proporción de propietarios fue 76,7% entre el 20% de mayores ingresos (quintil 5), un valor semejante al de 1992. Sin embargo, fue de un 58,4% entre el 20% más pobre (quintil 1), un valor sustancialmente menor al de tres décadas atrás.
La brecha en el acceso a los servicios básicos en una vivienda se ha ido reduciendo gradualmente
La EPH releva el acceso a tres servicios básicos vinculados a la vivienda: agua, saneamiento y cloacas. Dado que el acceso a estos servicios está muy extendido entre los hogares de mayores ingresos, el tamaño de las brechas depende principalmente de la expansión de la cobertura entre los hogares más vulnerables.
Como se puede ver en el gráfico, estas brechas se visualizan al restar el porcentaje de hogares del quintil más rico que acceden a estos servicios del porcentaje de hogares del quintil más pobre que también lo hacen.
En el caso del acceso al agua potable, la expansión del servicio en las áreas urbanas captadas por la EPH ha sido casi completa, por lo que la brecha casi ha desaparecido. En el caso de saneamiento, las brechas se han acortado pero persisten y superan los 15 puntos: 99,1% de los hogares del quintil de mayores ingresos tienen retrete con descarga de agua, porcentaje que cae al 83,8% entre los del quintil más pobre. El acceso a cloacas está menos extendido, y las diferencias entre estratos de ingreso son mayores. La brecha entre los quintiles extremos es de 30,7 puntos, que resultan de un acceso de 86,2% en el quintil 5 y de sólo 55,5% en el quintil 1.
Referencias
Bibliografía
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Bracco, J.; Galeano, L,; Gasparini, L y Pistorio, M. (2021). Slowdown of monetary inequality reduction in developing countries. Journal of Income Distribution. Vol 29, No1-2 (March-June).
Gasparini, L., Cicowiez, M. y Sosa Escudero, W. (2013). Pobreza y Desigualdad en América Latina: Conceptos, herramientas y aplicaciones. Buenos Aires: Editorial Temas.
Gasparini, L., Laguinge, L., Ciaschi, M. y Neidhofer, G. (2021). Igualdad de oportunidades educativas: un indicador sencillo para América Latina. CAF documento de trabajo #2021/01.
Cita sugerida
Gasparini, L. (2024). Desigualdad. Argendata. Fundar.